EL FINAL DE EL GUATÍN

Tomado de Grano Rojo

Guillermo Gamba López

José Salazar pidió su trago: Señora Inés, sírvame una botella de aguardiente que es de mucha necesidá.

El primer trago remojo su lengua. ¡Ahjjj¡… Sabe a miaos de angelito. Le bailó el guargüero, hizo una pausa, observo a la luz del sol de la tarde la claridad del trago, echó un vistazo hacia un naranjero donde cantaban mirlos. Tres minutos pensativo. Aceitó su lengua con un segundo sorbo a pico de botella.

Un trago amarillo de Manzanares y comenzó su narrativa.

Camino hacia Las Tazas en Marsella -Colombia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Guatín era un hombre muy conocido en Marsella. También me lo había dicho en una recordación mientras tomaba rones en la fonda de El Trébol. Se reconocía en Cartago con el mismo apellido de un gamonal valluno; aseguraban, que tenía un pacto con el diablo desde un viernes de cuaresma, noche cuando le aseguró su alma porque así le hacía inmune a las armas y le daba potestad de apoderarse de los bienes que deseara; que por esa razón ningún arma le hacía daño; mejor dicho, no lo podía matar ni el mismo diablo. Por eso el bandido llamado El Diablo no pudo acabarlo en las dos peleas que tuvieron cuando se enfrentaron, tanto en la fonda de La Bodega como en la de Las Tazas.

El Guatín

“El Guatín de Marsella se volvió malo después que le dieron una aplanchada en la plaza central del pueblo y se burlaron de su figura y de su cobardía. Como todo un Michín, se fue a desgranar colorao en una cosecha cafetera y tirando juicio logró ahorrar para comprarse una ruana gris de pura lana y un revólver de cinco tiros de cañón muy largo, para poder apuntar bien. Y se lanzó por los caminos de la vida como chusmero de profesión o pájaro que llamábamos en esos lejanos tiempos. La clientela que necesitaba de sus servicios era muy variada, incluía desde gamonales en proceso de expansión, hasta doncellas engañadas, que querían hacer justicia a su honor o ampliar sus dominios. Los métodos que empleaba para su acción de bandolero eran característicos y nunca los mismos; tenían sí, un sello muy particular y era que siempre ocurrían los días sábado” EL GUATÍN del escritor Sebastián Pinzacuá

¿Dónde estaba su secreto? En los años crecía más y más el mito acerca de sus secretos. Comenzó cuando en 1952 se apareció a las tres de la mañana en la cantina de Hoyo Frío en Marsella. Ahí con su aguardiente en la mesa, le cayó Noreña, un bandido contrario, desafió al Guatín, le descargó los seis tiros del revólver y el hombre parecía caer, pero al instante se puso de pie, sus movimientos fueron rapidísimos y sacudió la ruana en frente a Noreña, cayeron los seis plomos en sus pies y echaban humo mientras se derretían. Se le reía en la cara y le dijo —vos a mí no me matás, primero tenés que acabar con Dios y esta mallita y le mostró el chaleco de alambre que lo protegía. El enemigo corrió y se perdió por los rastrojos de la quebrada de El Socavón.

El Guatín tenía un camisón tejido en alambre muy fino, dizque lo portaba debajo de la camisa, bajaba y le cubría las nalgas y los genitales y tenía prolongaciones a las piernas, y obraba como coraza antibalas. “El Guatín anda enmallado” decían los campesinos. Los proyectiles no le penetran; además está rezado por un brujo que protege a los bandidos, él le hizo el camisón, lo dejó durante tres días de la semana santa entre agua bendita, protegido en manteca de oso para que la sal no lo alterara, era un ritual protector de hombres elegidos por ser descendientes de un Jaibaná, y quien portara ese chaleco no le entraban las balas—.  Por eso decían que El Guatín dejó a muchos pasmados cuando vieron las balas rebotar en su cuerpo.

El fortín de El Guatín estaba en la vereda El Alto Cauca, desde allí bajaba a la Estación de Beltrán, se iba en el tren hacia el Norte del valle a hacer sus fechorías y regresaba a Marsella. Tenía una cuadrilla con muchachos entre 17 y 18 años, entrenados por Jorge Rico, quien en ese tiempo los reclutaba, los aconsejaba hacia el camino del mal y los ponía en forma para el manejo de las armas y la defensa personal, la estrategia de cuadrillas como seres violentos y los vendía a los jefes de las bandas.

Desde el año 1949 el Guatín se movía por La Esmeralda hacia Belalcázar y desde allí por El Trébol, La Floresta, el cañón de La Garrucha y por la capilla de Naranjal. Aquel sector donde existió una capilla en los tiempos cuando construyeron el Camino del Privilegio y en el tiempo del año treinta, trazaron por ahí mismo la ruta del ferrocarril y en ese sitio quedó una estación que llamaron “La Capilla”. Desde ahí se movía por la línea del ferrocarril, visitaba estaciones en busca de quien le pagara trabajos de sicario y extorsiones hasta Arauca. En el año 1959 ya lo perseguía el ejército.

A mediados de 1958, El Guatín visitó con sus hombres una hacienda en La Esmeralda, cerca al rio Cauca, ordenó que dieran comida a sus hombres y espero durante cuatro días a don Eduardo Estrada, hacendado de Manizales propietario de esos contornos. Él lo supo y no llegó; luego recibió una carta amenazante, le exigían aportar dinero y reses para el sostenimiento de los hombres de El Guatín. Por esta razón ordenó al administrador José Salazar que obrara con cautela y liquidara poco a poco a sus trabajadores, de forma gradual sin que quedara uno solo. Hacia el mes de octubre la propiedad sin personas, paso a manos de otro dueño, solo tierra, ganado y construcciones.

Rubén Estrada el hijo de don Eduardo, comandaba el batallón Ayacucho, sabía que al Guatín no lo perseguía la policía porque entre ellos tenía informantes y cómplices, organizó tres comandos de soldados que hicieron inteligencia por los terrenos del dominio de El Guatín. Lo localizaron a orillas del rio San Francisco, cerca de La hacienda de La Esmeralda, ya estudiaban los movimientos del nuevo propietario. Hubo un enfrentamiento y varios soldados y bandidos cayeron, terminó el combate con dispersión de los hombres. Un informante dijo al Guatín que debía moverse hacia Naranjal porque hacia el Alto Cauca sus refugios estaban vigilados, era un hombre de inteligencia del mismo ejército.

En camino desde Naranjal hacia La Floresta, finca El Aguacatal, apareció el Guatín y el ejército lo seguía, habían dejado sus camiones en la fonda de La Estrella, él solo con dos hombres más ordenó al administrador de la finca que los encaletara y les diera comida porque estaban hambrientos y sedientos. —Usted debe protegerme, yo soy El Guatín y sé dónde vive su familia—.  Escondidos en un cuarto donde almacenaban café y enjalmas los rodeó el ejército con un anillo en herradura. El Guatín se colocó tras un árbol de mango y disparó al comandante mientras sus compañeros lo hacían a cada costado de la herradura.

Y en ese momento, 26 de noviembre de 1953, obró un campesino a quien El Guatín había matado su familia, comunicó un secreto al comandante: capitán, a solo bala no le cae el Guatín porque está enmallado y protegido, coja una bala, hágale una cruz en la punta con su bayoneta y encomiéndese a Dios, debe ser un buen proyectil y un arma poderosa que pueda aún pasar un árbol y apunte hacia donde está El Guatín, dirija el proyectil hacia donde está su cabeza. El tiro llegó certero y voló la parte posterior del cráneo del Guatín.

EL GUATÍN.

El Guatín

Mitos por Sebastián Pinzacuá

El caballo del Guatín, era un galopero de crin recortada, contorcido, de, poca alzada, algo gomoso y de un medio color castaño tirando a amarillo, que al ver­lo, cualquiera algo entendido en esas artes lo calificaba como un táparo. Daba la sensación de que servía sólo para carretillero o en el mejor de los casos para cargar carbón o leña en cualquier estancia, sin llegar a decir que era un amasatierra en los galpones, no, eso no. Era un caballito correloncito. Pero como las apariencias engañan, el chalán que lo montaba si sabía lo que es canela y se ha­bía rebuscado los secretos que en esas artes tan sólo conocían los gitanos. Porque si se me permite la expresión, era un sicólogo de bestias, pues cono­ciendo el respeto hacia los enemigos que todo animal posee, se había ido has­ta las frías tierras del páramo del Chilí y había traído un trozo de manteca y una mata de pelos de un oso de anteojos, gigantesco y carnicero; luego en las ca­lientes vegas del Cauca, había cazado con una mera horquetica de guayabo, una rabo de ají, hembra en celo y le había sacado el colmillo principal.

Cogía, mi hombre, estos ingredientes y los mezclaba en la bogadera de agua y guarapo de caña y después de poner en ayuno al caballo, durante los jueves y viernes, le daba este preparado al amanecer del sábado y preciso quedaba el táparo convertido en una bala. Para mejor decir, era como ponerle a un cacharrito nacional el motor de un avión, mejor dicho, quedaba como atleta olímpico en carrera de velocidad. No solamente desbocaba, en todo terreno, sino que saltaba alambradas a lo que daba el tejo, por lo cual los admiradores lo bautizaron con el apelativo del “grillo”. Esta acción poderosa, le duraba al animal hasta el día domingo, por lo cual su jinete en forma muy prudente lo guardaba en el potrero, los días de la semana, bien alimentaito y con poco esfuerzo.

EL REVÓLVER DEL GUATÍN. Total, que el gringo o griego, pasa­do el susto, agradeció al Guatín y volvió a su barco acompañado por su salva­dor, lo hizo subir a cubierta y fue sacando de su equipaje una cajita azul, con le­tras doradas y dentro un revólver del más brillante acero y una cacha café os­cura; al ladito del tambor la marca COLT bien redondita y bien impresa; en el centro el número 32. En el cañón, muy largo por ciento, tenía el resalto bien definido para poder tomar puntería y el gatillo nivelaito, duro y muy fácil de ac­cionar. También fue sacando de otra caja, la munición y tomando la carga com­pleta la mojó en un fresco con aceite, antes de introducirla en el cargador. Ese era el secreto del arma. Como tenía las estrías muy finas, la munición debía ser bien pulida y lubricada, para salir con el giro necesario a la velocidad precisa.

El armamento del Guatín lo componía el revólver Colt de seis tiros que le había regalado el gringo en Buenaventura, una pistolita hechiza de dos tiros parque la U y el revólver que le había robado al inspector junto con el caballo. En un líchigo llenaba toda la munición necesaria para una guerra mundial. Mientras el hombre rodaba falda abajo iba disparando una y otra de sus armas para ha­cerles creer a todos que estaba acompañado de los secuaces de su cuadrilla y a decir verdad, muchos le creyeron.

Las fechas contradictorias de esta narrativa sobre El Guatín, obedecen a cada versión, según cada informante: José Salazar, Guillermo Salazar, Gilberto Lòpez, Efrén Naranjo.

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