Asómate a la ventana abuela

Por el presbitero Luis Fernando Clavijo, párroco María Inmaculada Marsella

Asómate a la ventana abuela

Y con tu patriarca el abuelo sin sonidos en sus oídos

Si no en el recuerdo de la historia, déjalo mirar despacio.

Asómate a la ventana abuela

Y mira este pueblo, tus hijos hincados a los signos

De pertenencia histórica.

Un Himno pintado de historia y bonanza

Una bandera de riquezas y sudor de hombres,

Y mujeres forjadoras de leyendas

Y un símbolo de hojas secas de yarumo,

Que erguido sigue cuidando el sendero de tu esperanza.

Un escudo que en leyenda, sacude el recuerdo de las andanzas,  luchas, y sacrificios.

Asómate a la ventana abuela y mira hacia abajo,

 el niño que quiere conocerte con su malicia de hombre

y una sonrisa de espanto por tus canas.

Asómate a la ventana abuela y bendice a los jóvenes

 Imbuidos de progresos que desconocen

Y con el opio tecnológico de un sin saber y sabor de historia.

Asómate y ve que tus nietos jóvenes han perdido la sal de su terruño Y han querido trashumar a lontananza.

Asómate a la ventana abuela y mira a tus hijos que pintan canas, y se espantan al conocer la historia de tus luchas por purificar lo humano. Ellos te aclaman hoy y hacen la penitencia por la sangre derramada, Por el olvido de la verdad, y porque con tonos de tiples, bandolas y guitarras quieren cantarte un nuevo año.

Asómate a la ventana abuela y muéstranos el Cristo y el Rosario

como dos grandes avisos de carretera para que lleguemos a la meta.

Asómate a la ventana para que sientas de nuevo que el San Francisco y el Cauca  bañan tu piel de quinceañera y perfuma tus entrañas.

Mira abuela que ya no son los caminos de herradura, ni las fondas de claro y guarapo, ni el empedrado que dañaba tus sandalias ni el crujir de envejecidas casas.

Asómate a la ventana para que veas que los niños

 ya no juegan canicas, ni trompos, ni yoyos

y las muñecas reposan en el cementerio de La indiferencia.

Ahora nos contentamos con el canto y el trinar de los pájaros

en la mañana y el regreso de arreboles en las tardes,

 Porque tus bundes, torbellinos, bambucos y guabinas

se han cambiado por el reggaetón, el Hause y el silencio de unos cuerpos que se mueven robóticamente no de forma cadenciosa elegante y picaresca de las parejas de antaño.

Es un pueblo nuevo, de luz de alegría, de poesía, de música

 y baile de micrófono y cámara, de colores que no se pelean ni se espantan.

Asómate a la ventana abuela y mira tu templo

que cambio de una aguja a telar de dos punzones

 que quisieran pinchar el cielo para que se derramen la luz del sol el idilio de la luna y el porvenir de los astros y sus estrellas  sobre esta tierra de añoranzas.

Asómate a la ventana y mira a tu nuevo Marsella

pintado de verde variado en sus montañas,

de café, plátano, potrero y montaña

y de azul de agua y cielo y tradición.

No te pierdas de ahí, que sigues inmensa en nuestros recuerdos

 y hoy levantamos nuestros corazones y nuestra voz

 para decirte todos asómate a la ventana

y brindemos con un vino que estamos de pie

para lograr la hazaña de vivir mil años y hacerte más grande.

Presbitero  Luis Fernando Clavijo
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