CAZADORES DE RAYOS

POR GUILLEGALO   PUBLICADO ENOCTUBRE 1, 2019

Tiempos del oro en Marsella

El mito de los rayos atraía a los ambiciosos. Tiemblan los pararrayos en las torres de la iglesia y repercuten comentarios de su mito, los treinta y siete túneles imaginados que el agua y los derrumbes ocultaron en la mina de Míster Smith.

Marsella pudo ser Tacaloa, una mezcla de conversaciones y memorias que se han repetido, tantas veces, desde esa noche de octubre cuando un rayo se clavó por una veta, su energía viajó entre minerales por la cordillera de los Andes con la velocidad de la luz, alumbró lejísimo, cada relumbrón viajaba más allá y despabiló bajo la cama donde marcó la ruta de un sueño con señales del Espíritu Santo a Jesús María Estrada, era de Pácora y tras ese presagio llegó al caserío de Segovia.

Monseñor Jesús María Estrada – Marsella años 60

Jesús María en Marsella ejerció como cura de almas y pecadores, con poder de misa y olla, con la señal del rayo que marcó el oro como señal divina: estamos signados por los designios de Dios, decía, y así domesticó a los hijos descarriados del Dios católico: liberales radicales, rebeldes y sometidos en la guerra y conservadores perdidos entre los vicios y la ambición del oro.

Algunos liberales radicales eludían sus sermones, ¿Cuál plan divino? Nosotros mismos somos dueños de nuestro propio destino, sin dioses y sin curas delegados. Cada quien debe luchar por si mismo y si quiere encontrará su divinidad sin curas intermediarios.

Los mitos del Oro

En tiempo de la conquista llegaron unos López, alguno con el fundador Jorge Robledo fundó a Arma, detrás llegaron muchos y se multiplicaron. Aún con pueblos mineros y familias enriquecidas, en el siglo XVIII Antioquia estuvo tan pobre como el África. Habían López en Arma y caseríos hacia el sur, en Honda y todos lados.

En el siglo XIX el líder Fermín López impulsaba la colonización antioqueña. Es fundador en Salamina, Chinchiná y Santa Rosa de Cabal. Tras esos López y apellidos fundadores de Salamina llegaron algunos a Marsella tras el oro; uno de ellos, Pachito, malabarista de circo, enamoró a una Sánchez en Santa Rosa de Cabal y se fueron a Marsella donde hicieron una casa, reconocible porque años después allí, aconteció “El crimen de los gallinazos” de cuyo juicio escribió Benjamín Montoya Trujillo.

Por Sonsón aparecieron los Jaramillo y de allá se vinieron descendientes, los unos del Tata Jaramillo y los otros del cura, otros inmigrantes aparecieron de Aguadas y Sonsón, ascendientes del apellido Álvarez con antecesores de Extremadura (España), antes de 1811. Buscaban vetas de oro, o tierras fértiles y libres. Eran tantos los Montoya en esas rutas, que, si alguien levantaba una piedra, allí brotaba un Montoya con machete en una mano y la barbera en otra.

Sonsón Antioquia. Fundado en 1789 – Fotografía de la Alcaldía de Sonsón.

De Abejorral migraron a Sonsón, Aguadas y Pácora, familias que venían de Galicia o Asturias. Otros López y los Ángel de Yolombó. Los Salazar de Támesis y los que no alcanzaron tierra por allá, unos y otros llegados de España, los empadronaban en Rionegro, vivían unos días en Marinilla y pronto seguían camino, unos estuvieron por Sonsón donde eran dueños los Villegas, a los años siguieron a Salamina, Jericó, y más lugares de esa migración colonizadora, pisaban las huellas de Fermín López.

Los rayos les anunciaron un espacio telúrico y mágico, siguieron por montañas hacia el sur tras los pasos de los Pineda, Bedoya, Betancur, Castaño; correa, González, Jiménez, Morales, Muñoz, Otálvaro, Toro y Montoya, más otros rebuscadores de la tierra prometida con su imaginario migrante de judeocristianos desde el tiempo de la Biblia.

Buscaron tierras nuevas, lo señalan las escrituras y la cruz salvadora de los colonos que habían fundado un pueblo en parajes con oros perdidos por el camino de los malditos infiernos. Años más y llegaron los Issa, Abdul, Yaker y más apellidos que se radicaron en Pereira, habían viajado desde Oriente, el Líbano donde cristianos Maronitas padecían las guerras de Turquía donde se disolvía el Imperio Otomano.

Se oye que bajo la iglesia y la plaza está la veta más grande; y dicen que, los ingleses propusieron trasladar Marsella a Tacaloa, una finca junto a la quebraba La Nona, cerca al rio Cauca, los pobladores se negaron y los ingleses se fueron.

  Marsella fundada en 1860. Fotografía de Adriana Grisales. Directora de la biblioteca Pablo Neruda.

Míster Smith en Marsella

Parece tratarse del ingeniero David R. Smith, en un texto aparece como gringo y en otro es un inglés. Tramitaba derechos de exploración en zonas baldías y se asociaba en campañas de colonización. Él contactó a míster Cárter, quien trazó las acequias que llevaron el agua a la mina y exploró la riqueza aurífera en Villarrica de Segovia. Llegó por referencias de Fortunato Pereira Gamba, profesor e Ingeniero de Minas, su compañía tenía una publicación y muchos datos, no consignó todo en su libro Riqueza mineral de la República de Colombia.

La mina Vetas Santander – Vehículos de rieles como este, más pequeños, había en la escuela de mi niñez.

La Sociedad Importadora y Comercial de Pereira Gamba, divulgó el estado de la invención internacional y brindó asesoría legal y técnica. El boletín de su empresa informó de yacimientos empresariales: La Salada, Remedios y El Zancudo, en Antioquia o los distritos mineros de Marmato y Manizales; estuvo en el sur para observar el oro en Barbacoas y orientó a míster Smith en Popayán con señas geológicas e informaciones sobre procedencias del oro que se negociaba en Manizales. Incluso otros ingleses visitaron e indagaron por el oro de barequeo en el río San Francisco. Había mapas de Fortunato sobre vetas auríferas a lo largo de la Cordillera Central y el Estado del Cauca.

Míster Smith, cuyo nombre no recuerdan las historias, ni quienes las contaron, dicen que obtuvo licencia del Estado Soberano del Cauca para explorar, paso previo a la explotación, al sur del río San Francisco. No se conocen, ni busqué los documentos sobre la explotación, se dice por tradición que me contaba Remigio Pereira en Palmira, que hizo exploraciones en el distrito “Villarrica de Segovia” – provincia de Robledo. Lo hizo tras rumores y excavaciones que al medir su rendimiento no aseguraban rentabilidad; la veta mejor veta es la que atrae los rayos bajo la iglesia, agregan las lenguas más piadosas mientras se santiguaban y miraban hacia el piso y hacia el cielo. A estos mi abuelo Ramón Gamba les replicaba, y aseguraba Toñito en la fonda del Trébol, que los indios en Marsella no eran ricos, se enterraban antes de morir de huida de las deudas.

Míster Smith pasó como un ser de magia y mito. Un ideal que reluce y se disipa en las conversaciones de ancianos fallecidos y consultados. Don Alfonso Ramírez y otros mencionan a míster Cárter.

Deberías estudiar la leyenda del mito del Vellocino de Oro. Busca Jasón y los argonautas, es mitología griega y está en el cine. https://redhistoria.com/mitologia-griega-el-mito-de-jason-y-los-argonautas/

Desde la antigüedad existen los mitos del oro. Escuché a Martín Sánchez en Marsella, fui cuidadoso al hablarle y escucharle, porque era muy sordo y desde esas limitaciones, su mente comenzó a divagar y él en sus días de lucidez sacaba a relucir sus mitos.

Aseguraba que desde el bosque donde nace la quebrada de El Socavón, ahí donde sacaban el oro, salía una gata de oro que recorría la calle empedrada que llevaba a la salida a la zona rural de Valencia. Y esa, lo aseguraba muy firme, era la gata que se había comido a los pollitos de oro que seguían a la gallina del Alto del Chuzo. Marticito Sánchez habló esas cosas porque nació en un paraje de Miracampo, descendiente de Juan Antonio Sánchez, quien llegó desde Valencia España cuando huyó por haber participado en una huelga de hilanderos y cultivadores de cereza, organizada por un sindicato anarquista. Cuando lo empadronó el cura de Rionegro y quiso hacerle creer cosas del catolicismo, se le reveló y lo hicieron ir de allá, acompañó a Mosquera en las guerras y le adjudicaron tierras en Miracampo.

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