CUESTIÓN DE ARRIERÍA
Por DIEGO FRANCO V.
El Primer arriero que conoci fué Julio Macias un buen hombre que prestaba sus servicios como tal a Antonio Rodríguez un negociante de tiempos atrás en la vereda de las Tazas (corrían los primeros años de la década del cincuenta). El arriero era un hombre especial a cuyo aporte se debió en gran parte el desarrollo comercial y aún urbanístico de estos pueblos del Caldas Grande poblados en sus inicios por inmigrantes antioqueños. Con vestimenta característica estos titanes del ayer transportaban por agrestes caminos, a la zaga de una recua de mulas, lo mismo el trasteo simple del campesino de entonces que los víveres que servían de sustento a los pobladores de las regiones agrestes allende las ciudades o los materiales de construcción que sirvieron para construir los secaderos de café y reemplazar las originales viviendas de vara en tierra y techo de canoas de guadua.
Cuántas poblaciones de nuestra geografía regional tuvieron su nacencia en los sitios de parada y descanso de la recua y del arriero, provenientes de Barbosa, Copacabana, Fredonia o Sta Bárbara. Marsella no escapa a esa influencia paisa del arriero. Hasta hace muy poco conocimos aquí vestigios de arriería, que desaparecieron por el advenimiento inevitable de las modernas formas de transporte y la desaparición casi total de los caminos de herradura y de las estancias paneleras de mediados del siglo. Seguramente es esta la razón por la cual no exista el «día del arriero» como si lo hay del campesino. pero es bueno ahora en este nuevo aniversario de nuestra municipalidad rendir homenaje a los que podríamos llamar «los últimos arrieros ven Marsella», quienes aportaron mucho a nuestra idiosincrasia y forma particular de ser. Nombres como los de Nicanor Duque, José Echeverry, Martín Toro, Luis Ángel González, Juan Osorno, Jorge Valencia, Carlos Valencia, Horacio Cataño y José Marulanda, merecen un sitial en nuestra historia. porque fueron también sus protagonistas y aunque ahora no se escuchen sus tonadas, sus cuentos de cosiaca o Pedro Rímales, los mitos de la pata sola y el pollo maligno si hay un «algo ‘ dentro de nosotros que justifique la frase del maestro Luis Carlos González «aunque neguemos la enjalma y el ancestro caminero, llevamos dentro un arriero que le da perrero al alma».