Mi artículo de hoy en «El Diario» de Pereira sobre doña Julialba Gutiérrez, de quien ayer se cumplieron en Marsella sus exequias en solemne ceremonia litúrgica que se prolongó en concurrido desfile fúnebre hasta el cementerio municipal, donde fue despedida con el amor que ella siempre despertó en su pueblo del alma, al que tanto quería…
Nota: Como algunos lectores no pueden mi artículo en «El Diario» por no ser suscriptores del periódico, les comparto el texto original:
DOÑA JULIALBA GUTIÉRREZ
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya
Doña Julialba Gutiérrez acaba de fallecer en Marsella, cuando ya estaba cerca la celebración del centenario de su natalicio. Ahora yace en el cementerio municipal Jesús María Estrada, declarado patrimonio histórico, arquitectónico y cultural de la nación.
Era una mujer distinguida. Dos de sus apellidos: Gutiérrez y Upegui, así lo revelaban, pero también su porte, su elegancia, su modo de hablar, sus gestos y, sobre todo, su belleza física (heredada por sus hijas), tanto como la espiritual, que se expresa en su bondad, su don de gentes y, en fin, su limpieza de alma, fundada en la profunda fe cristiana.
Casada con don Emilio Cardona, próspero hombre de negocios que pudo salir bien librado de la terrible violencia política de los años cincuenta, fue un trabajador incansable que, desde tempranas horas del día, llegaba a su tienda, situada a un costado del parque principal (donde aún se encuentra con su nombre: Don Emilio) para atender a la numerosa clientela, con amabilidad.
Su casa todavía se levanta allá, en la Plaza de Bolívar, donde en tiempos lejanos, desde la fundación en 1860, se acomodaron, según la tradición, las mejores familias, formadas por los primeros colonizadores, provenientes de la lejana Antioquia, quienes construyeron esas viejas casonas.
Aquí, en su residencia, doña Julialba tenía su centro artesanal: “Manos trabajadoras”, para enseñar a mujeres humildes, sin costo, el arte de los tejidos y bordados, por el cual recibió la Orden de la Mujer, otorgada por la Gobernación de Risaralda.
¡Adiós, doña Julialba! ¡A Dios!, mejor dicho. Su alma, estamos seguros por la fe que compartimos, volverá al Creador, al cielo eterno, tras haber cumplido su misión en la tierra, dando amor al prójimo y, en especial, a quienes más lo necesitan. Que así sea