LA BARBACOA DE LA TAZAS

“La Barbacoa de Las Tazas”

Por Diego Franco Valencia

Este acontecimiento miento ocurrió en  el antiguo camino de las Tazas a la Nubia. hacia los años intermedios del siglo pasado.

Una noche fria del amanecer del sábado Santo, un niño de una de las tantas familias Marín de aquellas veredas, hacia las 3 de la mañana llamó a su mamá, sobresaltado y con el terror dibujado en su rostro que apenas alcanzaba a iluminar una pequeña veladora que alumbraba la figura del «Cristo de la pared». Mamá, mamá: «acaba de bajar la «Barbacoa» por el camino Real!. Yo la vi!, yo la vi !».

La barbacoa era uno de esos mitos o leyendas de Antioquia que se narraban en las tertulias campesinas, al llegar la noche, por los patronos o peones que llegaban en las ¿pocas de cosecha del café. Estos señores se constituían en unos auténticos «cuenteros» que entretenían los hogares, en una ¿poca en que en el campo no existía la luz eléctrica, y la radiodifu­sión era un privilegio de unos pocos habitantes del pueblo o de la ciudad. No existía la carretera y. mucho menos, la televisión. La vida era «rudimentaria» y estos cuentos de espantos y aparecido« pululaban en las historias cotidianas. Así, eran comunes personajes míticos como el Duende, la Patasola, el Pollo maligno o la Madremonte, entre otros. No podemos asegurar si las historias aquellas eran para entretener, cazar incautos o para atemori­zar a los niños ingenuos con el propósito de que fuesen obedientes o sumisos, o llevaban otras intenciones. Vaya uno a saberlo!.

El Guango y la Barbacoa, en estas tierras, no son más que armazones hechos con dos varas de guadua o madera con travesañas amarrados con bejucos o cuerdas de cuero de novillo y que se empleaban para transportar enfermos o difuntos de los campos a la ciudad, cargados por dos o cuatro personas. En ocasiones, cuando el tiempo era lluvioso o pertenecía al invierno, se hacía encima del guango o camilla otro armazón que se cubría con una sábana o colcha, a manera de toldillo. Este medio de transporte rústico en Antioquia también se conoce como Camillas, Angarillas, Andas o Parihuelas.

Tiene una característica muy especial, y es el ruido o chirrido que producen las cuerdas y el roce de la madera con el vaivén del cuerpo que se carga. En los cuentos míticos, sus chirridos llevan el mensaje de la muerte, del alma en pena o del ánima o ánimas de aquellas personas que no han podido purificar su alma para alcanzar el descanso eterno.

Según la leyenda, en la oscuridad de las noches llenas de presagios, cuando se oyen aquellos ruidos de ultratumba, el campesino comienza a ver, entre sombras no muy definidas, las figuras de cuatro hombres sin cabeza cargando un muerto sobre una Barbacoa o Guango. Y al cortejo lo acompaña un raro bullicio confundido entre lamen­tos. suspiros, llantos y rezos. Eso es algo tan indescriptible como horroroso. Cuando se oye el aleteo o traqueteo de la Matraca (instrumento de madera que reemplaza a las campanas en los actos religiosos del Jueves al sábado santo), los pelos se erizan y se ven volar fantasmas infundados, o a veces se ven cuatro chivos negros con cachos, arrastrando un ataúd que al rosar sus cuernos uno contra otro, producen el sonido de la Matraca…

Volviendo a mi historia, al día siguiente el rumor ya era una historia vivida en las Tazas y la Nubia. Otros habían sentido lo mismo (los Vi liada, los Calvo y los Tamayo), aunque no vieron ese cortejo fantasmal, si sintieron sus andanzas. La Barbacoa, no era una leyenda, era una realidad!.

Al martes de Pascua siguiente, llegó a la inspección de Policía de las Tazas, ante su inspector, don Guillermo Parra, uno de los vecinos más conocidos de la vereda, don Jesús María Piedrahita, con el propósito de formular un denuncio insólito. Se le habían robado en la noche del Viernes Santo, el armatoste de guadua que conformaba el gallinero, con todo su contenido, quince gallinas y un gallo saraviado y las sospechas que tenía eran que el hecho lo habían ejecutado dos hermanos con sus primos que vivían en el último rincón de la Nubia…

Nunca supimos en qué paró la investiga­ción. pero hoy. todavía sobreviven unos pocos vecinos del desaparecido «camino Real» quienes, ya viejos, aseguran que la Barbacoa apareció una vez en su infancia y se lamentan que su historia no la creen ni sus propios nietos… Maldito modernismo!.

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