GONZALO, LA VOZ DE MARSELLA

La Voz de Marsella, como cimiento de Sembrando Estéreo

Nos parece aun escuchar los viejos tangos de Enrique Rodríguez, Juan D’Arienzo y Alfredo de Angelis; los boleros de la Sonora Matancera, del trío los Panchos, los tres Reyes; los pasillos y bambucos de Garzón y Collazos, Jaime Llano Gonzáles o de Espinoza y Bedoya; de igual manera, las rancheras de Antonio Aguilar y Lucha Villa, los Boleros de Leo Marini, Felipe Pirela o Hugo Romani, los valses de Julio Jaramillo, Lucho Bowen y Olimpo Cárdenas, por no citar si no algunos de los artistas de moda en los años sesenta, cuando «la voz de Marsella», era el visitante habitual de los hogares nuestros.

Un hombre menudo, tan hábil con la máquina de escribir como en sus proyectos electrónicos, «dicharachero» y gran amigo, había coronado un sueño que forjó desde su infancia: inventarse con sus propias manos e inteligencia especial, la emisora de a.m (amplitud modulada) que sirviera a los servicios sociales y a la proyección comercial de los escasos establecimientos del pequeño terruño. Gonzalo Galvis Cardona, a quien todos conocimos como «el aburrido» era ese motorcito que nos hacía sentir orgullosos de poseer nuestra propia emisora. Recuerdo, aún, aquel milagro de las ondas hertzianas, para cuyo funcionamiento debió contar con el apoyo de la parroquia, regentada por el Padre Carlos Giraldo Vélez, con el fin de que le fuese permitido ocupar el espectro electromagnético local. Así el ingenioso «aburrido», tendría, bajo el slogan de «emisora parroquial», una discreta pero valedera excusa para obtener el aval del Ministerio de Comunicaciones. Corría el año de 1967.

Allí tuvieron su nido voces ya olvidadas de la radiodifusión local, que, aunque empíricas, matizaron la presentación de aquellas canciones, transmisiones hechas por Guillermo Posada Castaño,

Presentación de los servicios sociales y los noticieros y programas deportivos, de los cuales tuvimos la fortuna de hacer conducción. Voces como la de Alberto Osorio «el Tío», Elvia Palacio y Yolanda Osorio hicieron soñar a más de uno con las viejas complacencias, modo discreto y escondido de decirle al amor de los sueños, cuánto se le quería. Manera típica de burlar la vigilancia de las suegros o suegras opositores de aquellos idilios del final de la infancia y los albores de la adolescencia. Era la época de los noviazgos a escondidas.

No nos interesa ahora relatar porqué murió la voz de Marsella, pero sí sabemos que ha reencarnado en «Sembrando Estéreo», un proyecto más moderno que transmite en otra banda, la de fm (frecuencia modulada). Sus ondas trascienden nuestras fronteras, más allá del «andén del frente», donde Gonzalo Galvis no podía ubicarse porque se le perdía la señal.

Se fueron aquellas épocas y también se nos fue su precursor, el viejo «Gonzalo», y aquellas voces ya no se escuchan. Esta es otra época de la radiodifusión, inspirada en el interés del exgobernador Carlos Arturo López Ángel y promovida por otro «soñador» desparecido, el maestro Armando Santacoloma V. «Sembrando Estéreo» es una madura del aire, con mayoría de edad, a quien todos debemos proteger y defender. Hace parte de nuestro patrimonio cultural.

Ya no se oyen los boleros, ni los tangos; tampoco los pasillos, los bambucos y las cumbias. Nos llegó la música electrónica, el rock, el raegguetón, la champeta y la lambada. Las voces son otras y los sueños más distantes. Pero vale la pena reconocer que estos son ecos de una modernidad que no sabemos dónde va a parar, porque en la vida todo es efímero, hasta el noviazgo se cambió por «el parcheo» y el matrimonio es una institución «mandada a recoger.

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