Memorias de una generación-Casa de la Cultura

Carlos Arturo López Ángel

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN (😎

Casa de la Cultura, los primeros pasos.

En mayo de 1974, la Casa de la Cultura, bajo la dirección ad honorem de Gilberto López, abrió sus puertas e inició los procesos de dotación y funcionamiento. Con las donaciones y recursos públicos puso a funcionar la biblioteca, la sala de ajedrez, el tenis de mesa, la cafetería manejada por Fernando Escobar (Quesito) y Fernando Meneses. También rescató 90 sillas del teatro municipal que estaban abandonadas en el sótano debajo del concejo, en el viejo palacio. Con esas sillas y las bancas de madera dotó la sala de conferencias. Las sillas después pasaron al teatro.

El 22 de diciembre se hizo la inauguración oficial. Fue un acto sencillo. No hubo tarima y la mesa principal fue instalada en la mitad del patio que era cancha de baloncesto. El lleno fue total y los asistentes se ubicaron en las barandas de los corredores. Una estrella gigante con bombillos amarillos diseñada por Gonzalo Galvis, colocada en el fondo oriental, presidía el acto. En medio de la ceremonia quitaron la luz, pero la estrella no se apagó porque dependía de otro circuito, igual que el sonido. Así, en un ambiente de penumbra, transcurrió el acto con la presencia principal de Gabriela Zuleta Álvarez e invitados de la Gobernación y la Alcaldía. Fungieron como maestros de ceremonia Norberto Arango y Juan Morales. La Gobernación envió un grupo de danzas que amenizó la celebración

No quedaron registros fotográficos, pues el fotógrafo contratado nunca entregó el trabajo o no lo realizó. El aguardiente sobró. Resulta que la licorera de Caldas estaba nerviosa porque en Risaralda se discutía sobre la posibilidad de tener una licorera propia o de importar el aguardiente de otros departamentos. Por tal razón, en navidad esa empresa entregaba a la Asamblea y la Gobernación una generosa cantidad de cajas del licor, que también llegaron para la inauguración. Fueron tantas que sobraron y sirvieron para continuar la rumba por varios días con amigos de la causa y el descorche gratuito en Torrijos y Pipatón.

El momento era de optimismo, pues el movimiento de los Peludos fue fortalecido por la posesión de Carlos Arturo López como presidente de la Asamblea Departamental. Eso permitió la aprobación de la Ordenanza 02 de 1974 que creaba el Instituto Departamental de Cultura y los rubros presupuestales para la administración de casas de la cultura en los municipios. ¡El funcionamiento estaba asegurado! Además, Cesar Augusto López Arias, el periodista más influyente de Pereira apoyó el proceso desde la radio, el diario La Tarde, como director, y con pauta para las publicaciones de los Peludos. En agosto de 1975 dictó una conferencia magistral para la inaugurar los Foros Campesinos que se realizarían todos los domingos. Cesar Augusto tenía una personalidad arrolladora que se imponía en los escenarios. En la foto inicial verán la separata que publicó con todos los avances del movimiento.

Lo que siguió fue muy intenso. La Casa de la Cultura ya contaba con Gilberto López nombrado como director y con Jairo Zambrano, como vigilante-bibliotecario. Así, la institución inició las jornadas culturales en las veredas, empezando por el Alto Cauca. Esos eventos constaban de baloncesto, ajedrez, concurso de pintura y dibujo, marcha del libro, presentación de la Mama Chica y un festival con bingo para apoyar a la respectiva Junta de Acción Comunal, después siguieron El Rayo, San Andrés y La Linda. Arrancó con los intercambios culturales y deportivos con municipios como Belén de Umbría y Quinchía, en donde los artistas José María Gonzales, Leonidas Marín y Arturo Muñoz ganaron un concurso departamental de música campesina. Programó para todos los domingos a la 1 de la tarde reuniones y foros de campesinos para discutir sobre los problemas locales. Realizó por primera vez un Concurso infantil y juvenil de pintura y dibujo en el parque, un campeonato municipal juvenil e infantil de ajedrez y una exposición de antigüedades.

El Club de Amigos

El Club de Amigos compuesto por niños y adolescentes existía desde mayo del 74. Empezó en un sótano de la casa de don Felipe Montoya, donde vivía la familia Castaño-Montoya, comunicado con el solar de la iglesia, en donde abundaban los murciélagos. Por eso, la primera actividad de las reuniones era expulsarlos con gran algarabía. Nació del Club de Rin-Rin, un programa de televisión que invitaba a los niños a inscribirse, pero ellos crearon su propio Club. Cuenta Carlos Fernando Castaño que en ese momento el grupo era la recocha permanente de una infancia feliz. Entre los juegos preferidos estaban el cuclí-cuclí, la lleva congelada, la vuelta a Colombia con tapas de cerveza y los partidos de futbol al frente de la casa. Los socios que recuerda eran: Francisco Restrepo (frijolito), Santiago y Juan Carlos Castaño, Juan Guillermo Henao, Martín Betancourt, Jhon Aristizábal, Juan Carlos Gil, Jorge Iván Henao, Fabio Hernán Giraldo, Gabriel Augusto Gómez, Jhon y Renzo Montoya.

Cuenta, además, que Francisco Restrepo y otros inventaron un televisor de caja de cartón (de esas en donde venían los cubitos de azúcar al por mayor) a la cual -en el fondo- le hacían un hueco parecido a una pantalla. Recogían recortes de periódicos, tiras cómicas, revistas y escribían mensajes de contenido crítico. Todo eso lo organizaban y pegaban en una tira de papel que envolvían en dos rodillos que colocaban, por dentro, arriba y abajo, para desenrollarlos, de pantallazo en pantallazo, cada uno con un mensaje, que también leían desde adentro simulando una voz de locutor. Fuimos testigos de una presentación que hicieron en la cárcel ante los reclusos. Eran tan novedosos que lograron vender algunos.

Al nacer la Casa de la Cultura solicitaron una sede, la consiguieron en un salón encima de la biblioteca. Fueron, entonces, los primeros colonizadores de la institución.

Allí el grupo creció y eligió junta directiva, así: presidente, Juan Morales; vicepresidente, Francisco Javier Restrepo (frijolito); secretario, Jhon Jairo Toro; fiscal, Gilberto Criollo; tesorero Rodrigo Criollo. Además, Guillermo Antonio Gómez (Chemo), Juan Manuel y Eduardo Posada, las hijas de Libia y Dora Mosquera (Jacqueline-Carmenza-María Eugenia-Diana Patricia), Andrés Cardona, María Teresa Gómez, Jair Vargas, Mario Duque y Oscar Vásquez.

Asumieron responsabilidades para organizar los primeros campeonatos y concursos de ajedrez, canto infantil, pintura y dibujo. La creación del teatro de títeres. La exposición de fotos antiguas de Marsella. Y la coordinación de los equipos infantiles de baloncesto, voleibol y futbol. Durante tres años organizaron la navidad al interior de la entidad.

La Mama Chica

Fue una iniciativa surgida desde el Club de Amigos, y su dirección la ejerció Amanda Quiceno Hernández, una joven inquieta y creativa que participaba también en los programas de la Voz de Marsella. Ese grupo infantil hacía teatro con libretos de su autoría, con capacidad de improvisación y con mensaje social, para todas las edades. Participaba en las jornadas culturales veredales, como la realizada en el Alto Cauca. El grupo también estuvo en intercambios de la institución como en Belén de Umbría y Quinchía.

Pero, lo máximo fue su gira por Manizales, cuando -invitados por el Grupo Tropicana -se presentaron en el auditorio de la facultad de arquitectura y en el aula máxima de la Universidad Nacional. Y luego en “El teatro Ocho de Junio” de la Universidad de Caldas. La Mama Chica, también hizo parte de los primeros años de la Institución.

La Emisora

Gonzalo Galvis fue un personaje infaltable en la historia de Marsella de los años 60-70 del siglo pasado. Era inteligente, innovador, perfeccionista, honrado y competente como funcionario público. Su afición por la electrónica que aprendió por correspondencia en la Hemphill School (una empresa norteamericana que enseñaba tecnologías a distancia por correo) lo llevó paso a paso en 1963, a la apasionante aventura de construir una emisora -La Voz de Marsella- que recordamos con cariño y admiración. Sus primeros intentos de transmitir las ondas de radio los hizo desde su casa, después desde la esquina del hotel Real y por último desde las torres de la iglesia, previo compromiso con monseñor Estrada de emitir la “misa de 12” del domingo. Algunas veces, por equivocación de quien manejaba los equipos, irrumpía con música profana en la transmisión, con la respectiva reprimenda del sacerdote. Al ubicarse en las torres de la Iglesia, la emisora amplió la cobertura que llegó hasta Pereira, Manizales y algunos pueblos de Caldas y El Valle. Eso trajo problemas, pues interfirió la señal de una radiodifusora de Pereira que elevó una denuncia ante el Ministerio de Comunicaciones. Monseñor acudió en su ayuda y la puso bajo el ala protectora de la Iglesia, pero le pidió ampliar su eslogan que quedó así: “La Voz de Marsella sirviendo los intereses cívicos y religiosos de la comunidad” y, también, le añadió la transmisión de la Semana Santa, con procesiones incluidas. Néstor, su hijo, no se explica que trucos electrónicos inventó, pero lo consiguió con éxito.

Como un detalle, jocoso, si se quiere, montó dos baterías grandes en el paso de La Dolorosa, debajo del manto de la Virgen. Fue tal el peso, que los cargueros, exhaustos, tuvieron que pedir ayudas en medio de la procesión. Como si fuera poco, Monseñor -que era la primera figura del pueblo- tenía su propio programa que se extendía por horas y con mucha cantaleta. En esas ocasiones, Gonzalo apagaba el micrófono y el anciano párroco, sin saberlo, seguía con sus regaños para unos fieles que ya estaban escuchando complacencias, tangos y rancheras. Al final, con su muerte, en 1967, llegaron curas nuevos menos interesados en la radio, siguieron las presiones desde Pereira y la emisora quedó expuesta a la clausura. En esos momentos tenía dos programas pagados. Uno de tangos patrocinado por Elías Bedoya y otro de boleros, de Arístóbulo Gómez. También estaban las complacencias que, sumadas a las del Día de la Madre, eran permanentes, incluyendo aquellas acompañadas de mensajes cifrados para encuentros furtivos entre amantes y enamorados. Sus locutores fueron Yolanda y Guillermo Osorio (El Tío) poseedores de excelentes voces.

Ante el peligro inminente de cierre, por el abandono de la curia, Gonzalo no dudó en aceptar la oferta de compra hecha por la Casa de la Cultura. El negocio se hizo por un valor de $25.000. Parecía que, bajo el amparo de una entidad cultural, no sería clausurada.

Ya de propiedad de la Casa de la Cultura e instalada en su sede, la emisora tuvo como objetivo principal llevar cultura al campo y empezó con la siguiente programación: Noticiero Avance al medio día; Lo que Usted Debe Saber: sábados de 5:00 a 5:30 pm; Nueva Etapa, jueves de 7:00 a 7:30 pm; Pueblo Unido (de tendencia comunista), sábado de 7:00 a 7:30 p.m. Durante el Día de la Madre, las complacencias iban hasta las 12 de la noche.

El noticiero Avance de Fabio Echeverry, con la colaboración editorial de Diego Agudelo y de Fernando Gómez que también era reportero y usaba un “walkie talkie” – que era una novedad tecnológica- para transmitirle noticias y entrevistas a Fabio que estaba en el estudio. Así cubrió el Primer Festival Infantil de la Canción que él mismo organizó, además de fiestas y eventos cívicos. Al medio día todos los radios estaban sintonizados con la Voz de Marsella, para escuchar las noticias del día.

En abril de 1975, Carlos Arturo López fue nombrado alcalde y ese cargo era incompatible con la presidencia de la Casa de la Cultura, por eso renunció y fue elegida nueva junta directiva, así: presidente, Mario Marulanda; vicepresidente, Alberto Toro; director, Gilberto López; secretario, Carlos A Aguirre; fiscal, Norberto Arango; tesorero, Diego Franco; vocales: Alfredo Marulanda, Diego Agudelo, Alonso Salazar, Jaime Osorio; suplentes, Alberto Valencia y Carlos Betancourt.

Pero en medio de todas las realizaciones se gestaba la crisis, por la interacción de varios factores:

la Voz de Marsella tenía programas orientados por personas de izquierda o de tendencias comunistas, la clase dirigente tradicionalista estaba asustada por los mensajes que se transmitían, los enemigos políticos estaban al acecho para hundir el proceso y el periódico Coyunturas era un botafuego para defenderlo, empezarían las dificultades.

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