Memorias de una generación.Casa de la Cultura-Biblioteca

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN (11-A)

Por Carlos Arturo López Ángel

Casa de la Cultura, la Biblioteca.

En Segovia, la promoción de la lectura arrancó desde 1910, gracias a don Ramón Zafra quien creó la primera biblioteca que luego se convirtió en parroquial con el auspicio de monseñor Estrada. Estaba ubicada al lado derecho del acceso a la casa cural.

La mayoría de los libros era de autores católicos, pero los jóvenes lectores de la generación de los años sesenta también disfrutaron de joyas como la gigante enciclopedia UTEHA, el Tesoro de la Juventud y otras obras de la literatura universal en ediciones españolas y francesas. Allí, además, el párroco Julio Palacio puso a la entrada una máquina de escribir para quienes quisieran aprender mecanografía. La Biblioteca Parroquial existió durante más o menos 50 años. Su impacto elevó el nivel cultural manifestado en la gran cantidad de periódicos, columnistas, poetas, oradores greco-caldenses, grupos escénicos y una bohemia intelectual que armaba el desorden en cantinas y cafés.

Su recuerdo llevó a los Peludos a pensar en una nueva biblioteca y la abrieron a la par con la Casa de la Cultura, previas dos marchas del libro organizadas por Gilberto López. En 1976 fue llamada “León de Greiff” como homenaje a ese poeta colombiano que murió el 11 de julio. Su obra gustaba por su vanguardismo y fue muy conocida por los nadaístas, cuyo movimiento inspiró a los Peludos. También era de estirpe liberal y fue secretario privado de Rafael Uribe Uribe.

La biblioteca León de Greiff durante sus 50 años ha pasado por altibajos. Llegó a tener dos sedes satélites, una en el Alto Cauca inaugurada con la presencia de Cesar Gaviria Trujillo y Antonio Mejía Gutiérrez. Su encargada fue Luz Marina Cruz Zapata. Y otra, en La Oriental donde hoy está la estación de policía. Después, por dificultades con los presupuestos oficiales fue cerrada en varias ocasiones. Por fortuna, en el 2008 se firmó un convenio entre el Departamento y Comfamiliar que la convirtió en un espacio vibrante que presta múltiples servicios a la comunidad.

Sus bibliotecarios durante medio siglo han sido: Jairo Zambrano, Marta Duque, Aleyda Barreto, Dora Inés Villada, Estela Vélez, Alejandra Vélez, Adriana Grisales y ahora Wilder Ríos.

Las Tertulias

La bibliotecaria Aleyda Barreto y James Maldonado impulsaron una tertulia que desembocó en el nacimiento de un movimiento cultural alrededor de la cuenteria y el rock.

Las primeras reuniones, entre 1996-1997, basadas en anécdotas, cuentos y cantos fueron animadas con la presencia de Tomás Issa, Leonardo Pineda, Armando Santacoloma, José María Gonzales, Héctor Giraldo, Gilberto López, Manuel Marulanda y Heiles Castro. Luego, debido a la restauración del edificio salieron de la institución y surgieron las lunadas y los canelazos en el Jardín Botánico, el Parque del Árbol, el Parque de la Salud, la misteriosa “Chagra” y los esquinazos los viernes en la plaza con la colaboración de los negocios de las peatonales. Todo, sin presupuesto oficial, y con la participación de músicos como Chucho Díaz, Gonzalo Cifuentes, Santiago Montoya, José María Gonzales, José “Marcapaz” y grupos musicales de la UTP.

Pero, en esa época la presencia de un joven mechudo con guitarra era motivo de sospecha por parte de la autoridad policial, sufriendo acoso permanente. Para quitarse de encima ese problema crearon el grupo de rock Orión para hacer presentaciones en varios escenarios y colaborar con su música; por ejemplo, con el doctor Ocampo del hospital en sus jornadas de sensibilización para las familias. Lograron su objetivo y se hicieron respetar con sus propuestas culturales. El siguiente paso fue organizarse en Multison, una asociación de músicos, con 38 miembros.

En esa historia hay varias e increíbles coincidencias. Al lado sur de la Pila está la banca más bonita del parque, regalada por don Julio Muñoz, en una campaña cívica para mejorar el parque. Los roqueros la escogieron como parche y la llamaron “la presidencial” y la “la blanca banca”. No sabían que en ese lugar estuvo el monumento a Bolívar, con sus placas conmemorativas; y, que ahí mismo se hacían las retretas de la Banda Municipal que alegraron varias generaciones. En ese espacio estaban los recuerdos colectivos y las buenas energías de músicos como Julio flores, el tamborero; Luis Eduardo Gómez “Cantarina”; Ricardo Enciso, el flautista; Jesús Martínez, el sepulturero del pueblo; Miguel Betancur, “Tarugo” y Saulo Gómez, tal como lo recuerda Diego Franco.

Un día, los concejales James Maldonado y Consuelo Marulanda y otros amigos conversaban en la blanca-banca, cuando alguien dijo que las hortensias que tanto quería don Tomás estaban abandonadas y debían ser podadas. La idea fue acogida por unanimidad. Consiguieron las tijeras y por la noche podaron la mitad, pero quedaron con la preocupación de la posible reacción de don Tomás, que al otro día fue positiva, razón por la cual terminaron el trabajo con la ayuda de voluntarios y el Cuerpo de Bomberos. Esa acción generó confianza y llevó a otra. Resulta que, de las cuatro antiguas araucarias taladas años antes, sólo quedaban los troncos en descomposición que afeaban el parque. Procedieron, entonces, a sembrar cuatro árboles tambor o tamborero (Schizolobium parahyba) que Juan Guillermo Ángel, Gloria y su hija trajeron del Ecohotel.

Para celebrar el acontecimiento se reunieron en la cafetería de la “Chiquí” en los bajos de la casa de José Alejandro Barreto. En la noche se fue o quitaron la luz. Cuando volvió descubrieron que durante la oscuridad habían arrancado tres árboles y solo quedaba el vecino de la blanca-banca. A partir de ese momento montaron guardia -con los infaltables canelazos- y le pagaron al vigilante, José Primitivo, para que lo cuidara. Sin embargo, faltaba un tropiezo más. En una feria de artesanías, una lata desprendida lo partió, y de inmediato el grupo se puso en la tarea de sanarlo. Hoy es un gigante con nombre propio: lo llamaron “Ernesto”. Así, se hace evidente otra coincidencia relacionada con la música. Las comunidades indígenas utilizan ese árbol nativo para hacer tambores, porque es hueco por dentro. Por eso, el pequeño espacio en donde se juntan la pila y el agua que llega desde la Reserva, la banca como parche de músicos, el árbol tamborero y el sitio de las retretas del pasado es, sin duda alguna, uno de los lugares mágicos de Marsella. Y para corroborarlo, hay que recordar que ahí mismo cayó la araucaria que tumbaron en los años cincuenta para instalar la pila. Ese acto generó una protesta que se manifestó durante varias noches alumbrando con velas el árbol caído. Y en 2024 el nuevo alcalde, Alberto Peláez Henao, acompañó un grupo de niños para sembrar el segundo tamborero.

En resumen, las tertulias en la biblioteca detonaron un proceso disruptivo, con elementos inmersos en la identidad marsellesa. Son la cultura a través de la música, la ecología con la defensa de los árboles y el civismo expresado en la banca donada en una campaña de embellecimiento del parque.

Comfamiliar

Con la llegada de Comfamiliar a la administración de la biblioteca se inició una nueva etapa que ha sido fundamental, con la dirección hasta 2024 de Adriana Grisales. Se inició en el año 2008 y ha garantizado su funcionamiento, su dotación y la ampliación de sus servicios con programas de lectura, tecnologías de la información, talleres diversos, cine para adultos mayores y niños, cine-foro, cine en los barrios, cursos del Sena, maleta viajera, promoción de la ruta del chocolate, préstamo externo, consulta y préstamo de material audiovisual y trabajo con la iniciativa de “Cafeteritos”. Además del festival de Bahareque Rock, el Festival Internacional de Narración Oral, con sus noches de sustos en el cementerio y el extraordinario FELBIC (Festival del Libro y la Biodiversidad Cafetera de Comfamiliar) que se realizó en 2024.

Taller Materile

Ana Cardona y su esposo Juan Eduardo Ángel llegaron a Marsella porque Ana empezó como profesora en el Alto Cauca. Mientras tanto, Juan Eduardo se convirtió en asiduo visitante de la biblioteca, y por solicitud de Adriana empezó a participar en algunas actividades. Al mismo tiempo establecieron una amistad con Amalia Issa, que los acompañó en algunas actividades.

Con ánimos de ampliar la colaboración la pareja creó el Taller Materile. Pintaron un mural en una sala, apoyaron procesos de lectura y trajeron artistas de Pereira. Con un grupo de 120 niños hicieron yoga, pintura con tiza en la calle, paseos de reconocimiento del territorio, observación de las estrellas y los planetas.

En su evolución crearon la Fundación Materile. Y con deseo de quedarse, abrieron un negocio llamado Bambuco para tertulias, lecturas, cine y cerveza en la salida para el Tablazo.

Su ciclo terminó al cuarto año cuando regresaron a Pereira en donde la Fundación, ahora, contrata con el Banco de la República, Comfamiliar y otras entidades. Ana y Juan Eduardo son una pareja de artistas que dejaron huella en la Casa de la Cultura y en Marsella.

El CLUB DELA SERPIENTE

Otra de las historias que arrancó en la biblioteca en los tiempos de Adriana fue el Club de la Serpiente, una tertulia literaria sin temas tabú y compuesto por un grupo de estudiantes universitarios, inquietos y estudiosos, como Juan Miguel y Daniel Felipe Ramírez Vélez, Leonardo Pineda, Juan Sebastián y Jaime Andrés Cardona Ospina. Fueron invitados especiales Julio Giraldo, Gustavo Alberto Ortiz, Héctor Giraldo, Gilberto López y tuvieron una relación estrecha con el taller Materile. En un giro hacia la acción social promovieron un concurso de cuento municipal y participaron en canelazos. La tertulia se realizaba cada ocho días en la biblioteca por fuera del horario de trabajo. Duró casi tres años.

En su presentación en las redes sociales, dicen: “Una tertulia literaria es un encuentro informal entre gentes de letras en los que se habla sobre arte, literatura y política. Se vincula normalmente a acontecimientos históricos y artísticos, las tertulias sirven muchas veces como pretexto de conspiración política, como fragua de ideas, como estímulo de proyectos de renovación estética, como centros donde se conforman nuevos movimientos literarios.

Esta Frase de Herbert Marcuse describe perfectamente nuestro propósito:

«Es preciso despertar y organizar la solidaridad en tanto que necesidad biológica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotación inhumanas. Esta es la tarea. Comienza con la educación de la conciencia, el saber, la observación y el sentimiento que aprehende lo que sucede: el crimen contra la humanidad. La justificación del trabajo intelectual reside en esta tarea, y hoy el trabajo intelectual necesita ser justificado.»

Nota: Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo, germano-norteamericano, fue referente para los movimientos juveniles de protesta como los hippies. Su libro “El Hombre Unidimensional” era de obligada lectura por los universitarios colombianos de los años 60, e inspiró también a los Peludos.

Como podemos ver, la biblioteca aparte de cumplir su misión alrededor los libros, también se ha abierto a muchas de las manifestaciones de la cultura. Y ha desencadenado procesos importantes, tal como lo demuestran estas tres historias.

Los resultados -que son evidentes- atrajeron la atención del Ministerio de Cultura y su Concurso Nacional de Bibliotecas Públicas. En 2019, previa la inscripción por parte del Grupo de Amigos de la Biblioteca, y de un proceso de selección en el cual participaron 250 bibliotecas, quedó entre la nueve mejores y luego de las visitas del jurado obtuvo el quinto lugar entre la mejores del país.

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