Memorias de una generaciòn-Casa de la Cultura .La crisis

Foto: muestra el ambiente del momento: Diego Agudelo, Carlos A López, alcalde; Rodrigo Gómez, Secretario General; Julio Sánchez, secretario de Gobierno; Alberto Meza, gobernador.

 MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN (9)
Casa de la Cultura, la crisis.
La creación de la Casa de la Cultura fue un hecho disruptivo, porque en sí mismo era la manifestación de unos jóvenes rebeldes inmersos en las nuevas ideas que surgieron en esa época. Era inevitable, entonces, el choque con una dirigencia apegada a las tradiciones.
Fueron varios los sucesos en ese sentido. Por ejemplo, la actual Sala de Vitrales era la capilla del convento presidida por un cuadro del Sagrado Corazón. Al determinar que allí quedaría la sala de conferencias, se cambió por Pablo Neruda el gran poeta chileno, pintado por el maestro Julio Villada. La imagen del Sagrado Corazón – por respeto- se le entregó a Delia Álvarez Robledo que, con su hermana Genovevita eran pilares del civismo y el catolicismo local. De todas maneras, el escándalo reventó por parte de quienes consideraron el acto como una manifestación del comunismo ateo.
Ante esa situación, era importante marcar el talante de ese espacio para que se convirtiera en el centro de la vida cultural y participativa del municipio. Por eso, su inauguración fue un acto de alto nivel apoyado por el Instituto Risaraldense de Cultura, dirigido por Carlos Hernán Ochoa. Tuvo como protagonistas a Rubén Darío Sierra que intervino sobre la vida y obra de Pablo Neruda y a Héctor Escobar, Jorge Emilio Sierra y Gustavo Rivera que leyeron sus poemas.

El Grupo Tropicana.
Carlos Arturo López y Mario Giraldo Saavedra, egresados de la ESAP de Bogotá, llegaron con las herramientas para la administración moderna del Estado. Por eso, incluyeron en las discusiones del Centro de Estudios Sociales (CES) la necesidad de un plan Piloto de Desarrollo, que era un tema inexistente para los municipios de menor categoría. Hicieron contacto con Miguel Urrutia, director de Planeación Nacional para solicitar ayuda y él los remitió a la Universidad Nacional de Manizales. El alcalde, Aníbal Henao, firmó el oficio de solicitud para el rector. La respuesta llegó el 13 de marzo de 1975 con el compromiso de la Universidad para organizar un equipo de estudiantes que adelantara el trabajo. Luego comprometieron al gobernador, Alberto Mesa Abadía, para apoyar la vinculación de los estudiantes. Así se garantizó la ejecución de un auxilio ordenanzal por $45.000 para los gastos de sostenimiento.
De esa manera llegaron los estudiantes de arquitectura que cursaban desde el tercero al séptimo semestre y conformaron el “Grupo Tropicana”. La dirección fue asignada a los profesores Jorge Alberto Gutiérrez (Arquitecto) y Guillermo Navarro (Sociólogo). Ellos querían llevar la universidad al territorio e impulsar el trabajo interdisciplinario de los estudiantes. La duración del proyecto se estimó para seis meses, pero se prolongó durante dos años y medio.
Menciono algunos de esos estudiantes: Adalberto Córdoba (Nariño), Rosario Vélez, Farid Numa (Cúcuta), Adison Palomino (Santander), Liliana Correa, Gloria Mercedes y Gladys Salazar (las manonas), Pablo Franco y Carlos Augusto Orozco, y Amparo María Aguirre, además de Jorge Alberto Velásquez, muy cercano a la iniciativa. Faltan muchos por identificar, de los 20-25 que lo conformaban.
La Casa de la Cultura los acogió como centro de actividades y de residencia. Los hombres se acomodaron en el coro de la capilla (Museo de Arqueología) y las mujeres en la sacristía (Museo del Periodismo). A ese arreglo lo llamaron la “cama general”. La alimentación la proveía el Instituto Agrícola en su restaurante, gracias a don Héctor Bejarano.
Hicieron un censo rural y de calidad de vida, acompañados por alumnos del Instituto Agrícola, entre ellos Néstor Galvis que acompañaba a su novia universitaria. Descubrieron “La Telaraña” una cantina en la avenida del cementerio en donde se reunían personas que conocían o habían participado en los hechos de La Violencia. Allí, como asiduos visitantes, hicieron amigos y consiguieron valiosa información para el análisis histórico y sociológico. Con el mismo propósito iban al matadero de La Pista y al Morro, bastante frecuentado por los muchachos de la época. La vida social la hicieron en donde hoy queda La Herradura, antes llamada “Bar Tropicana”, como recuerdo de tan especiales clientes.
Como era de esperar, llegaron con propósitos definidos en el documento: “Trabajo de Investigación sobre el Hábitat en el Municipio de Marsella” que tenía como objetivo general el “Conocimiento teórico y práctico de las relaciones históricas, económicas, políticas y sociales del desarrollo del hábitat en el municipio de Marsella”. Y con objetivos específicos para el estudio y análisis de los siguientes aspectos: tipología de la vivienda, teoría del color con aplicación en el municipio, detalles constructivos y estructurales, utilización de la guadua, proceso urbano y construcciones de valor histórico.
Todo ese esfuerzo se plasmó en una maqueta gigante del área urbana que fue expuesta durante años en la Universidad Nacional, acompañada con los documentos respectivos. Héctor Giraldo, con 16 años, ya había incursionado en la pintura y ganado el primer concurso municipal. En su deseo por aprender, estuvo muy cerca de ellos y terminó estudiando arquitectura. Cuenta que los jóvenes de Tropicana eran la expresión de los años sesenta y de la vida universitaria en el país, con todas sus locuras y aportes al cambio en la sociedad. Que se diferenciaban por la música, el atuendo, las ideas de izquierda y el uso recreativo del cannabis. Aunque, es bueno aclarar que el grupo no era homogéneo no todos eran rebeldes, había contrastes sociales muy notorios, algunas de las niñas eran hijas de papi y mami y “los comunistas eran los que vivían en las residencias universitarias”, como afirmó uno de ellos.
Ese experimento creó la necesidad de implantar la Planeación que se concretó después con la creación de la oficina que tuvo como primeros directores a los arquitectos Oscar García y Rubén Grisales. Héctor Giraldo afirma también que el civismo de los marselleses que protege el patrimonio arquitectónico, tiene como uno de sus orígenes la sensibilización que hicieron con la comunidad sobre la “Protección de Entornos de Riqueza Patrimonial”, que era parte del pensum académico. Por su parte, Rosario Vélez y Ricardo Franco pintaron unas bellas acuarelas con perfiles de cuadras; y también hicieron estudios sobre el color, en los cuales encontraron una tendencia concentrada en el verde y el blanco. Por tal razón, a partir de ese momento se impulsó la ampliación de la paleta de colores, hasta llegar a la explosión cromática del Paisaje Cultural Cafetero, desafortunada en algunos casos. También hubo un intento – ajeno al proceso- de pintar a Marsella de color café, propuesto por un periódico de corta duración.
Pero, a pesar de los aportes realizados, la presencia de Tropicana con sus tendencias ideológicas, entre ellas, la marxista-leninista y los rumores sobre fiestas y marihuana en su sede de la Casa de la Cultura, se juntaron con las historias sobre los Peludos, para reforzar el mal ambiente que se estaba formando sobre la institución.
La Emisora
La Voz de Marsella dirigida por Gilberto López abrió sus micrófonos a programas de jóvenes de todas las tendencias políticas. Fabio Echeverri con su Noticiero Avance y su voz de “montañero” del Trébol encantó a las gentes de las veredas y los barrios, en donde tenía corresponsales. Ayudó a sacar adelante las iniciativas que se pusieron en marcha. Repartía su tiempo entre las labores del campo y el periodismo, como principiante. Tenía como segunda voz a Aníbal Gaviria.
La Emisora se unió a la campaña para la creación de la Cooperativa de Transportadores que generó el primer paro cívico con disturbios a la entrada del Agrícola, acompañados de gases lacrimógenos y bombas molotov. Divulgó consignas como “La tierra para el que la trabaja” y canciones de Ana y Jaime como “A desalambrar” considerada como subversiva. Apoyó la creación de un sindicato agrario y del mercado libre. Varios programas eran dirigidos por un equipo de muchachos -descrito por Albeiro Hernández en su novela “Vida parva” (Klepsidra Editores- 2019)-, quienes hicieron suya la Casa de la Cultura. Allí su actividad era intensa: debates ideológicos, creación de periódicos, impresión de comunicados. Otros activistas eran Héctor Giraldo, Gabriel Valencia Calvo, Elías Valencia. Por eso, refiriéndose a los fundadores, Albeiro Hernández dijo en su libro: “Lo nuevo estuvo representado en una vieja mole de bahareque que yacía apostada en un costado de la plaza principal del pueblo. Estos sí, visionarios, supieron hacer confluir las urgencias de la muchachada con la necesidad de jalonar transformaciones en la comarca. La añeja casona que ocuparan por décadas las hermanas bethlemitas, permitió, no sin forcejeos, la instalación de una quimera, la Casa de la Cultura de Marsegovia. ¡¡¡Loor a sus impulsores!!!”.
Un gran protagonista en esos momentos fue el profesor del Instituto Estrada, Antonio Pineda, sindicalista, de origen liberal, militante de la UNO y cercano al partido comunista, línea Moscú. Toño también tenía su programa en donde leía los editoriales y otros textos de Voz Proletaria e invitaba a los jóvenes a unirse al movimiento. Era tan “peligroso” que empezaron a buscar su destitución, pero el inspector de policía del momento embolató las pruebas presentadas; entonces, lo citaron a una reunión para advertirle sobre la situación y ofrecerle un traslado “para donde quisiera”. Escogió a Pereira para seguir estudiando.
A la vez, en una publicación en La Tarde de noviembre 22 de 1976, un grupo de investigación de la Universidad Libre escribió lo siguiente: “… los sectores de la intelectualidad marsellesa y los mismos campesinos acordes de la importancia que tal canal representaba, se propusieron un fin que a la postre obtuvieron como fue el de adquirir la emisora. Una vez logrado este propósito se pasó a reestructurar la programación y finalidad de dicha radio, fue así como en breve tiempo esta emisora se convirtió en vocero auténtico de los sectores marginados; se implementaron programas en los cuales el campesino exponía sus “alegrías”, sus sinsabores, sus luchas, además programas educativos. Se promocionó un programa cultural en donde el campesino contrario a la cursilería baladista que prima por doquier, dio una muestra de originalidad que propendía para rescatar el folklor, a través de composiciones gestadas en sus labores cotidianas”. Ese folklor lo promovía José María Gonzales con sus amigos músicos y sus coplas publicadas en el periódico Coyunturas.

Para rematar, Manuel Romero, dirigente campesino, llegado de Fusagasugá, había ganado -por primera vez- una curul para la izquierda en el Concejo en 1974, con suplencia de Antonio Gómez Granada, en representación de la Unión Nacional de Oposición (UNO). Otros líderes que apoyaron a Manuel fueron Cardenio Castaño, Sady y Jesús Castañeda, Elías Valencia y Paulino Tique. Como amigos de Manuel, los Peludos liberales ayudaron a cuidar esos votos en los escrutinios.
Toda esa emergencia de la izquierda era demasiado para la clase dirigente. Se juntaron el caso de la capilla que asustó a algunos católicos. Los universitarios de Tropicana que rompían las reglas establecidas por una sociedad anquilosada. Los jóvenes que con su intensa actividad impulsaban la izquierda, que ya contaba con un concejal. La Voz de Marsella, Coyunturas y otras publicaciones que promovían esas ideas. Y los Peludos comprometidos en toda esa agitación.
Entonces, las gestiones para detener el proceso se aceleraron. Hicieron grabaciones de los programas de la Emisora y las enviaron al Ministerio de Comunicaciones que dio la orden de cierre. El comandante de la policía -que era amigo- avisó al alcalde, Carlos Arturo López, sobre la llegada de un piquete de soldados para cerrar la emisora. De inmediato Gilberto López desconectó los equipos y los escondió entre la basura, en el sótano. Hoy están en el Museo del Periodismo como homenaje y recordatorio. Pocos meses después, entregaron l más denuncias al gobernador, Alberto Meza, quien ordenó la destitución de Carlos Arturo López, noticia que recogió El Tiempo con el titular “alcalde de Marsella destituido por comunista”.
Y a la embestida se sumó el párroco del momento, quien desde el púlpito atacó a los Peludos y a los aprendices de periodistas y de locutores de la emisora; los ecos llegaron al que sería obispo de Pereira, monseñor Darío Castrillón, y lo indispusieron con el alcalde removido. Tal situación se arregló después, con la ayuda de otro párroco, ese sí, amigo.
El momento era oscuro y parecía que era el fin de la historia, pues muchos padres de familia prohibieron a sus hijos entrar a la Casa de la Cultura, porque creyeron el cuento de que la institución era un antro de perdición.

Foto: muestra el ambiente del momento: Diego Agudelo, Carlos A López, alcalde; Rodrigo Gómez, Secretario General; Julio Sánchez, secretario de Gobierno; Alberto Meza, gobernador. 

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