PROLOGO PRIMERA EDCIÓN
Fruto de prolongadas investigaciones amorosamente recogidas de los mismos labios de quienes talaron la montaña y domeñaron la arisca geografía de las tierras que ciñen el Cauca y el San Francisco, sale a luz pública la Monografía de Marsella. Evocando las almas y las estampas de nuestros progenitores telúricos, remozando las ya casi perdidas tradiciones de aquellas lejanas épocas de Villa Rica de Segovia, con honda emoción y sentimiento filial, Dn. Célimo Zuluaga se impuso la ímproba tarea de allegar los más completos datos sobre la gestación, nacimiento y progreso del Municipio de Marsella.
Miras apostólicas más que lucros personales impulsaron a Don Célimo a publicar estas páginas. Despertar añoranzas y recuerdos que en el bajel de la imprenta se adentraran por ios caños de nuestras venas buscando el alero tibio del corazón, para despertar en él entrañables afectos a la tierra nativa, es el fin primordial de esta obra de inaplazable urgencia ante la vergonzosa quiebra del amor al solar nativo, prostituido por quienes repudian la entraña materna a trueque de madrastras ciudadanas.
En la lectura de estas páginas la presencia perfumada de la aldea se adelgaza como una tibia llama azul. Este manojo de aleros dándose la mano alrededor de las agujas litúrgicas del templo, como en un idílico juego de niños; la verde gorguera de sus prados bucólicos; el satín de su quebrada que le sirve de cinturón a su vientre cuajado de oro y de simientes; los millones de zafiros que en cosecha enjoyan su clámide vegetal; su silueta esquiva y diminuta acurrucada en el cuenco que forman «El Sinaí» y el «Alto Valencia»; en fin, todo ese conjunto armonioso de tejados ocres y paredes blancas diluido en la suave depresión de una ladera, servirían de motivo artístico a los miniaturistas del paisaje aldeano: Pereda, Azorín, Caballero Calderón.
Antes de aventurarse a publicar la gesta de los primeros pioneros de la cultura marsellesa, su autor bebió incansable en la «más pura fuente de la tradición local, Monseñor Jesús María
Estrada, museo de recuerdos, cofre de las más verídicas tradiciones, arca donde se salvaron del olvido los nombres y las hazañas de los fundadores de Marsella. De sus labios recibió Dn. Célimo la mayoría de los datos de esta Monografía.
Cómo surgen del pasado los nombres de Julio Vélez, Ramón Zafra, Julio Duque y otros muchos varones egregios que batieron en los yunques de su carácter los cimientos de esta municipalidad con rasgos inconfundibles de reciedumbre moral; hidalgos descendientes en línea recta del Quijote manchego, que a brazo partido se debatieron con la rebeldía de la tierra, redimiendo con el jugo de su frente y la angustia de sus corazones la primitiva soledad de los bosques. Grima y vergüenza da al comparar la fibra de estos varones con el temple reblandecido y merengue de la actual generación de marselleses utilitaristas entecos que hemos olvidado el nervio y dinamismo de estos fundadores.
La presente Monografía servirá, pues, de diccionario enciclopédico de civismo, de virtud y de carácter a las actuales y futuras generaciones. Su autor profesa una devoción entrañable a sus tradiciones y a sus obras. Arraigado a la tierra natal por el cordón umbilical de un cariño sincero, nada ni nadie lo ha podido separar de ella: ni la gratuita malquerencia de muchos, ni la envidia solapada de los otros, ni la maniobra política de algunos, ni la maledicencia ni la crítica. Los muchos sinsabores recibidos de sus conciudadanos no han podido secar en su corazón las viejas raíces del entusiasmo y aún conserva en su pecho un pródigo surtidor de ánimo en favor de su tierra chica.
Reciba, pues, Dn. Célimo en nombre mío y de todos los hijos ausentes de Marsella mis parabienes más efusivos, mi voz de aliento, y que su obra nos sirva de breviario a todos los que llevamos en nuestro pecho la lámpara ritual del amor entrañable a la patria marsellesa.
CARLOS GIRALDO VELEZ, Pbro.