PARQUE SANTA TERESITA

De Nuestra Historia; El parque Santa Teresita o de los novios

Por Diego Franco Valencia

En el año 1946 se  inició la construcción del Templo de la Inmaculada, hoy icono representativo de nuestro pueblo e imagen que nos recuerda nuestra nacencia y peregrinar por estas calles llenas de historia y de romanticismo.

Al mismo tiempo que surgía la nueva mole de cemento y de ladrillo se enterraba en la historia la antigua iglesia, que más bien se identificaba como una capilla y había sido construida por iniciativa de Monseñor Jesús María Estrada. Hacia 1905, bajo su tutela, había logrado el inicio de la construcción de un templo más moderno, en el mismo lugar donde los primigenios habitantes de la localidad celebraban sus oficios religiosos, como «Católicos, Apostólicos y Romanos”, bajo una choza de vara en tierra y palmicho (techo de paja). En esa locación el párroco de Santa Rosa de

Cabal (Juan Nepomuceno Parra) y José Ignacio Correa, en calidad de vice presbítero de Segovia, por encargo, celebraban algunas misas, realizaban bautizos, confirmaciones y unían las primeras parejas con el Sacramento del Matrimonio. Era un pueblo católico por excelencia.

Al frente estaba la plaza de Bolívar, amplio terraplén que fuera el lugar para el mercado y el comercio incipientes. El parque era una especie de «sala popular», un sitio de encuentro social.

La iglesita, de bello aspecto, tenía en sus costados un hermoso parque lineal, denominado «Parque de Santa Teresita», que se cerraba en el exterior de la parte trasera del templo, por el sector que hoy ocupan las casas parroquiales de la antigua calle del Canal (Calle 9a). Ese parque tenía su particularidad. Allí se encontraban las parejas de novios de la época, especialmente los sábados y domingos y en festividades patrias y religiosas. Encontrarse en el «Parque de Los Novios», como fue denominado por la sociedad de la época, era «prenda de garantía» para los padres celosos, ya que «los tortolitos» allí estaban bajo la protección de la Parroquia y, especialmente, bajo la tutela de Monseñor Jesús María quien fuese el patriarca sacerdotal de ese entonces Allí las citas eran a plena luz del día, en medio de hermosos y florecidos jardines que colgaban en materas de fique y alambre, suspendidas en las paredes del templo. Canastillas pobladas por geranios, novios, rosas, gardenias, gloxinias, gladiolos, auroras y pensamientos. En el fondo del patio una especie de alberca completaba el entorno para enmarcar un paisaje romántico inigualable. Paisaje similar al descrito en las novelas escritas del momento, obras cumbres del Romanticismo literario, tales como «María» creada por Jorge Isaacs en los mismos años de la fundación de Segovia y «Romeo y Julieta», clásicos universales de la literatura.

El parquecito de los Novios, no estaba influenciado por la música popular que sonaba en los aparatos ortofónicos de las cantinas y bares escasos que poblaban la plaza y la «calle Real» o de Marmato, sitios donde «ni por el diablo» podían entrar las muchachas de bien. Esos eran sitios exclusivos para hombres, ya que la mujer era prácticamente un «patrimonio de familia».

Pasó el tiempo y del viejo «parque de Santa Teresita o de los Novios» nada

Pasó el tiempo y del viejo «parque de Santa Teresita o de los Novios» nada quedó … Por fortuna, con la llegada del actual Párroco, presbítero Francisco Javier Ramírez, arropado por un destello de inspiración divina, el viejo parquecito de los Novios recobrará vida, posiblemente con otro nombre y otras locaciones y embelesos, pero tendrá la evocación y el encanto de aquellas cosas añejas que hicieron soñar a nuestros ancestros. Su proyecto fue presentado como una idea del sacerdote, a la Academia de Historia local, que ha visto con buenos ojos este rescate del pasado y que, seguramente, será presentado, como realidad, muy pronto en sociedad.

Evocamos este sitio que murió en la primera mitad del siglo pasado, para dar paso al templo de la Inmaculada, lugar inolvidable para tatarabuelos, bisabuelos y abuelos, muchos de los cuales habitan el mundo inmaterial pero que, en vida, disfrutaron de los sanos amores que originaron la prole de marselleses que constituyen un pueblo especial del que nos sentimos orgullosos de pertenecer.

Gracias, padre Francisco Javier

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