Por Diego Franco Valencia
Ya está lejano el día perdido en los tiempos de la llegada a Marsella del primer «ejemplar» automotor que rodó por las calles polvorientas de Marsella, traído desarmado a lomo de mulas y armado por José Zambrano, a pedido de su patrón Jesús Noreña (corría el año de 1924). Este Zambrano fue, si se quiere, el primer conductor de servicio público que tuvo la comarca. También se perdió en la noche de los tiempos… Las «vueltas a la plaza» empedrada, en el famoso «Hércules» (nombre dado a ese primer automotor), por las cuales se cobraban cinco centavos, hoy son dadas en taxis modernos sobre una red de calles y carreras pavimentadas, si no muy extensas, sí más cómodas y suaves, por un precio que supera los cinco mil pesos., esto ya por necesidades más sentidas del servicio a la comunidad, más que por el «vitrineo» de los parroquianos de aquellas épocas.
Nos ubicamos en los primeros años de la década de 1950 y ya habían ocurrido dos eventos fundamentales en la historia del transporte.: La apertura de la carretera Pereira La Nona (1941), hasta donde llegaban los carros de la hoy capital, concluida en 1942. En este año se cumplió el sueño del transporte intermunicipal. Imagínense el jolgorio y el zafarrancho que se armó con tal acontecimiento!. Marsella estaba comunicada con la red carreteable nacional!. Esta «dicha» se completa con la llegada de los primeros carros de Manizales, por la carretera Marsella- Chinchiná, en el año de 1959, cuando hicieron su «entrada triunfal» por la calle larga de la Rioja, en un día de gloria y de fiestas que amenizaba la banda o fanfarria municipal, donde Miguel Tarugo, Saulo Gómez, Julio Flórez y Miguelito Ramírez, entre otros, interpretaban pasodobles y otros aires Colombianos, lógicamente, después del consabido himno Nacional.
No me atrevo a decir cuándo y cómo empezó el transporte organizado, a nivel intermunicipal. No encuentro fuentes que lo certifiquen, pero sí puedo hablar de aquella época romántica en la que la plaza central se constituía en la «antesala del pueblo». Sé que hacia 1956, funcionaba la Empresa Trasportes Rápido Marsella, gerenciada por Aldemar Quintero y administrada por su esposa Myriam Toro. Esta empresa de carros pequeños (Willys y automóviles) dominó el espacio por mucho tiempo, «guerreando», como se dice en términos coloquiales, con «Transportes Pereira», propiedad de Dionisio Rincón. La matriz de la hoy Líneas Pereiranas, funcionó inicialmente con las famosas Escaleras y luego con buses cerrados que le dieron su toque de «caché» al servicio.
Luego apareció la iniciativa de otras personas como Jaime Portilla, secretario Tesorero del colegio Agrícola y otros líderes como Elias Bedoya y transportistas de la época, como Absalón Rivera, Horacio Vélez, Evelio Calderón, Gustavo Castaño, entre otros creándose la eficiente empresa solidaria que hoy es orgullo del pueblo: La Cooperativa de Transportadores de Marsella. Ya corría el mes de enero de 1976. Tan singular era el ambiente que se vivía por aquel entonces como el hecho de viajar por la tortuosa carretera «destapada» Marsella- Pereira. En un trayecto de no menos de hora y media de camino era tan agradable viajar en el bus de escalera, en el bus cerrado o en el lujoso automóvil. Qué delicia era entretenerse con los cuentos de Dionisio «tocayo» Rincón, Guillermo, su hermano, «el tungo», Efrén Villada, Gustavo García, «fósforo», Fabio Toro, Darío Henao, «pate clutch» y su hermano Jorge, Joaquín Tabares o Guillermo Londoño «sancocho». Hombres, nombres y apodos que se quedaron pegados, como pecas, en la memoria de quienes vivimos sus peripecias de conductores.
Cómo olvidar las mentiras juguetonas de Gonzalo Rueda, «cocina», Ornar Vélez, Chucho Pérez, Reynel García, «carelora», Rubiel Narváez y Javier Castaño, «moravito», Pedro Macías, «miquis» o Pedro Henao, a quienes se les aparecían duendes, mujeres de ultratumba o personajes del más allá en la escabrosa subida de Combia a la Oriental o en el paso de monteoscuro. Historias que, ciertas o no, nos maravillaron por espeluznantes y encantadoras. Cómo no recordar la seriedad amable y el señorío de Evelio Calderón, Absalón Rivera, Horacio Vélez, Ancízar Vallejo, «chachafruto» e Isaías Murillo, «penjamo»!. Así, el camino era más suave y el discurrir de la vida más agradable y placentero.
En el mundo de los camperos y del transporte veredal, gozar con el gran sentido del humor y la «dicharachería» de Filemón García. Quién no lidió con el genio de José López, «maleto», o de Germán Pérez o gozó con las pilatunas Gustavo Castaño, maletín», Noé Ríos, Danery Gallego, «tajada», o trató de manejar las seriedades de Antonio Arias, «pirata», Arcesio, Guillermo, Alonso y Aristides Ríos!. Detrás o al lado de estos personajes que hoy reviven