RÓMULO CADAVID, FIN DE UNA GENERACIÓN

Don Rómulo Cadavid y el final de una generación recordada

Con la muerte de don Romulo Cadavid se extingue una generación de comerciantes que hicieron historia en Marsella desde comienzos del siglo pasado. Los expendedores de carne, aquí llamados «carniceros», han conformado un gremio significativo en el mercadeo de uno de los productos básicos de la canasta familiar. Como tal, eran de esos personajes inéditos que, en esencia, nunca figuran en los archivos históricos de los pueblos, pero si significan mucho en la cronología popular. En edición anterior de Marsella al Día, tuvimos la oportunidad de escribir una crónica alusiva no solo a este gremio sino a la vida de Don Rómulo y Don Rodrigo Cadavid, su hermano, como personajes de una generación que ya se extingue, por razones ineludible del paso del tiempo y que nos recuerda siempre aquella frase popular de que «nadie es eterno en el mundo». Afortunadamente, la hicimos como un homenaje «en vida», acción que poco suele suceder en la cotidianidad. Generalmente los seres humanos valoramos a las personas cuando ya se han ido definitivamente.

Resulta que hoy los tiempos y la vida misma han cambiado la óptica con que se miran ciertas profesiones u oficios y éste, el de los carniceros es uno de ellos. Hay una razón sociológica, si se quiere, para que ello ocurra. Hoy los expendedores de carne se diseminan en locales individuales de la geografía urbana. Antes contaban con la unión obligada que les demarcaba el espacio urbano. Primero la Plaza principal, luego la «galería» o, lo que es lo mismo la Plaza de Mercado cubierto, que entró en decadencia hacia los años dos mil. Miremos cómo aún prevalecen en las ciudades espacios especializados del comercio. Así existen «la calle de los zapateros, la de mecánicos, la de las motocicletas o la de los repuestos electrónicos». Marsella no es la excepción. Por ello el gremio en mención tuvo su significado de colegaje. Los carniceros eran una familia que se acompañaba «en las buenas y en las malas». Así ocurrió con don Rómulo. un hombre de bien, solidario y servicial que inició el ejercicio de su profesión cuando era casi un niño. Oficio heredado de su papá. Don Angel María Cadavid y en el que descollaron varios parientes en línea directa o indirecta, de los cuales ya no quedan representantes activos en el oficio.

En sus honras fúnebres observamos que aún quedan vestigios de aquella consabida «hermandad» que se deriva de estas relaciones de amistad y compañerismo. Aún quedan «vestigios» vivientes de proveedores de ganado que en otra época tuvieron otros nombres, que bien pudieron ser Luis Eduardo Gonzáles, Gildardo o Julio Mejía, Aníbal Henao o Braulio Chica y que. por fortuna, aún persisten en el «negocio». Es el caso de Edgar Henao, pariente en otra línea de descendencia de Don Rómulo y Don Rodrigo y de Asdrúbal Angel (hijo), representantes finales de un gremio del que se extinguen las últimas ramas, por el paso inevitable del tiempo. Nuestros sentimientos de pesar para la esposa y familiares de Don Rómulo y, en especial, para Don Rodrigo, quien debe entender que no se queda solo, porque existe la solidaridad de un pueblo que los recuerda con cariño.

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