Un tesoro en el lago

Jorge Emilio Sierra Montoya

El Alto de Valencia:

Las leyendas ayudaban a encontrar el sitio exacto de las guacas indígenas y entierros. El Alto de Valencia fue uno de los más célebres, si bien nunca se supo qué tanto respaldó con hechos, con enorme riqueza, tan insistentes rumores, acogidos, entre muchos otros parroquianos, por Nicasio López, uno de cuyos cuñados, Vicente López, tenía finca en aquel cerro.

Pero, hablemos primeros de las leyendas, en honor a la historia.

La creación del lago:

La primera leyenda tiene que ver con un genio, figura que carece de raíces indígenas, pues más bien es de origen oriental a juzgar por los cuentos de Las mil y una noches. Eso carece de importancia, sin embargo. Lo fundamental es que allí estaba, entre Valencia y Rumichaca, con el extenso valle del río Cauca a sus pies, el cual al parecer fue obra suya, donde puso a prueba sus poderes extraordinarios.

Y es que él había escogido ese lugar desde el principio de los tiempos, cuando la tierra apenas empezaba a formarse. En algún momento, atendiendo sólo a sus deseos personales (no de alguien que se lo pidiera al frotar una botella), partió la montaña en dos, dejando entre ambas partes un ancho valle, sobre el cual formó, con aguas traídas del río Cauca, un hermoso lago, en cuyo fondo escondió su tesoro.

El fin del lago:

El genio observaba el lago desde las verdes laderas, no cubiertas todavía por los numerosos palos de café que en las últimas décadas se han extendido por doquier, sino por imponentes nogales, guaduales que se movían al paso del viento, árboles silvestres, plantas medicinales y maleza, que le daban al paisaje un aspecto selvático, donde la caza del tigre sería después, durante la colonización antioqueña, una de las aventuras más emocionantes.

El lago, a fin de cuentas, lo terminó seduciendo, sobre todo en los atardeceres, cuando el sol se reflejaba en las aguas. Hasta que un día decidió morar en su lecho y, con una vara mágica, la misma con que había partido la montaña, permitió que las aguas siguieran su curso por el río Cauca hasta el Magdalena, al que desembocan desde entonces.

Un tesoro enterrado:

Fue el fin del lago, que destruyó sin querer, acaso para ver el sitio donde estaba enterrado su tesoro.

Después volvió a uno de los cerros (posiblemente, el Alto de Valencia), donde con el tiempo, pasados muchos siglos, vivía uno de los tantos caciques indígenas que enfrentaron al conquistador español Jorge Robledo en su paso por esas tierras, a mediados del siglo XVI.

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