Historias y leyendas de pueblo

Prólogo

Por Carlos Arturo López Ángel

(Gobernador de Risaralda)

Jorge Emilio Sierra Montoya ha querido dejarle un libro a su pueblo de infancia, Marsella, que también es el mío y el de tantos otros coterráneos o paisanos, muchos de los cuales se avergüenzan sin embargo de serlo por esa falta de autenticidad e identidad cultural que padecemos los colombianos y, en general, los distintos países latinoamericanos.

A esta obra me ligan, pues, profundos lazos afectivos, incluso familiares, que se remontan a nuestro antepasado común, Nicasio López, piedra angular de las crónicas incluidas en las siguientes páginas. De ahí mi enorme interés, acaso personal, en su publicación, realizada en buena hora por el Fondo Mixto de Cultura de Risaralda y la Gerencia Cultural del Departamento.

Pero -valga la pregunta-, ¿se trata sólo de un interés personal, como pudiera pensarse de acuerdo con lo anterior? ¿Y lo es del autor, más aún cuando la mayoría de sus historias y leyendas están limitadas a su familia, a nuestra familia, dentro de un estilo autobiográfico que a muchos de sus habituales lectores habrá de sorprender?

De ninguna manera. Lo personal, en su caso, es apenas un recurso literario para acercarse a importantes fenómenos sociales que se remontan hasta la colonización antioqueña y revelan los profundos valores de la llamada cultura paisa (en ocasiones negativos, como la misma violencia).

O para ir en busca de la identidad cultural -según explica en su Nota Personal- que permita descubrir la clave para resolver los principales problemas nacionales a partir de la construcción de una historia local, regional, tarea ineludible de todas las naciones en el marco de la globalización característica del nuevo milenio.

Dicho en otra forma, los relatos que aparecen a continuación, aunque de tipo localista o familiar, tienen la virtud no sólo de ser apasionantes, conmovedores, de antología, con un profundo

valor literario y periodístico, sino de revelar lo que es el espíritu de nuestras gentes a partir de sus orígenes.

Acá se encontrarán, por tanto, personajes que encarnan el ansia de dinero, en ocasiones sin importar el uso de medios ilícitos; la fuerza física, propia de una sociedad machista, y los correspondientes actos de violencia, desafortunada constante a lo largo de nuestra historia; el fanatismo político o sectarismo, la fe cristiana, el trabajo febril heredado de los arrieros, el afán de aventura y de conquista (sobre todo de conquista femenina), el humor popular, plagado de pintorescos dichos y refranes...

En síntesis, cualquier habitante del Viejo Caldas no tardará en identificar ahí, en tales personajes y situaciones, lo que todos nosotros hemos tenido ocasión de vivir en nuestra bella región, pudiendo asumir como propias las singulares experiencias narradas, en lenguaje sencillo, por el actual Director del diario "La República" de Bogotá, uno de los mejores escritores de Risaralda y del país, con dimensión universal.

La obra muestra, entonces, una presencia colectiva, no individual, donde el pueblo (casi siempre olvidado en la historiografía oficial, plagada de héroes) es el verdadero protagonista con sus virtudes y defectos, con sus proezas y miserias, con su elevado sentido de la dignidad o su completa pérdida de ella.

Es apenas el principio, además. Con seguridad, habrá quienes sigan las huellas dejadas por Jorge Emilio Sierra Montoya, como es su propósito, un propósito en alto grado educativo, moralista, con la sana intención de rendir culto a nuestros antepasados, no de pisotear su memoria con ánimo sensacionalista, destructivo (ello explica, a propósito, la aparición de algunos nombres ficticios, por respeto a las familias respectivas).

Nos encontramos, en fin, ante un libro que puede estar sentando las bases del realismo mágico en los numerosos municipios nacidos de la colonización antioqueña. Marsella, la antigua Villa Rica de Segovia, poco tiene que envidiar -digámoslo sin rodeos- al Macondo descrito por el genio de Gabriel García Márquez.

Conviene destacar, por último, el aporte gráfico, artístico, del pintor Julio Villada, otro ilustre hijo de Marsella, a quien le debemos también rendir el homenaje que se merece por todo lo que representa para nuestro pueblo, para las nuevas generaciones y para los auténticos valores que aquí se exaltan.

Como Gobernador de Risaralda, no puedo menos que sentirme orgulloso de haber contribuido a divulgar esta importante obra, cuyo aporte a la historia regional y a la formación de una cultura latinoamericana se irá ratificando con el paso del tiempo.

Jorge Emilio Sierra Montoya nació en Pereira (1955), pero vivió su infancia y parte de su juventud en Marsella (Risaralda), municipio situado en pleno corazón del llamado Eje Cafetero del Viejo Caldas, bella región colombiana que fue colonizada, desde mediados del siglo XIX, por    familias antioqueñas.

Fue Director del diario "La República" de Bogotá, tras haber desarrollado, desde su adolescencia, una intensa actividad periodística que inició en "El Diario" de Pereira y "La Patria" de Manizales, donde también se destacó por publicar numerosos ensayos literarios, divulgados asimismo por el Magazín de "El Espectador" e importantes revistas nacionales.

Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Ciudad de Manizales (1996) y fue nominado en dos ocasiones al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en las modalidades de Reportaje y Entrevista.

Hizo estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Caldas, y de Ciencias Políticas en la Universidad Javeriana, donde obtuvo el Máster en Economía. Es Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, donde le fue otorgada su más alta condecoración, La Orden del Libertador.

Ha publicado los siguientes libros: Protagonistas de la Economía Colombiana, El Pensamiento Político de Gaitán, Buenos días, amor y Poemas para niños.

Esta obra, "Historias y Leyendas de Pueblo", es un aporte a la historia local, regional, del Viejo Caldas, desde la colonización antioqueña hasta hoy, con base en experiencias recogidas a través de la tradición oral.

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