ANTONIO MEJÍA GUTIERREZ

ANTONIO MEJÍA GUTIERREZ (1942-2009)

Abogado, sociólogo y escritor marselles, nacido en el corregimiento Alto Cauca en el año 1942, en una familia conformada por 10 hermanos Es evidente su cercanía a Esopo, La Fontaine, Samaniego o Iriarte y el quinto tema en el que gira su literatura es su profunda vocación ecologista, su profundo amor por el medio ambiente y su profundo respeto por la naturaleza. Se decía de él que” era un niño grande que escribía para niños pequeños”.

Título de uno de sus libros: “Cuando las tortugas corrían”. De su producción bibliográfica forman parte estos títulos adicionales: “Palabras al hijo para que no use cauchera”, “La otra casa”, “Luis Tejada, sociólogo de lo cotidiano”, “La historia del árbol enano”, “Cuando la paz y cuando la guerra”, “El extraño caso del policía brumoso”, “El buscador de tesoros”, “Canaguay”, “Los molinos del derecho”, “Poemas de paso colombiano” y “No más miedo”, que recoge las verdaderas historias de personajes de la picaresca como “El putas de Aguadas”, “El puto erizo”, “El tigre de Amalfi” y “El alcalde de Apía”.

Es el autor del himno a Marsella.

Bachiller del Instituto Universitario de Caldas; abogado y sociólogo de la Universidad Nacional, de Bogotá, fue el quinto de diez hermanos, nacidos todos en Marsella, cuando este municipio hacia parte del Caldas de la bambuquera mariposa verde. De familia conservadora laureanista, él fue el único de la camada que militó en el MRL y en Liberalismo. En representación de este partido fue Contralor general del departamento de Caldas y concejal de Manizales y de Marsella. En su época estudiantil, en Bogotá, fue amigo y compañero del cura Camilo Torres, antes de que empuñara las armas. Le tocó presenciar en la Ciudad Universitaria el episodio en el que unos estudiantes desadaptados casi linchan al entonces presidente Carlos Lleras Restrepo. Conoció a Moscú por cuenta de la FUN, (Fundación Universitaria Nacional). Ameno conversador, dueño de un gran sentido del humor y de anecdotario inagotable, el más sensible, amable, cariñoso y respetuoso de los Mejía Gutiérrez . Murió en Manizales en el año 2009.

 

BIBLIOGRAFÍA

Periódico La PATRIA, Manizales, febrero de 2009

El drama de un Lafontaine criollo

Contraplano

Orlando Cadavid Correa

 

MARSELLA: Vigencia de un Pueblo Por : Antonio Mejía Gutiérrez

EN EL COMIENZO ERA LA SELVA
En el Comienzo era la Selva. Las aguas eran vírgenes y la tierra esperaba él abrazo del hombre como doncella enamorada. La voz honrada de los patriarcas desplazó a los monos aulladores y el silbido de los arrieros acompañó al canto de los sinsontes. La villa fue fundada para vivir y morir en ella. Con vocación de permanencia. Con sentido de eternidad. La sangre se organizaba en las venas de gentes sin mancha que se apellidaban Palacio, Ángel, Vélez, Restrepo, Arango, Montoya. Los hombres oraban en el surco y las mujeres en el hogar. Y la palabra era Ley.

II — DESPUÉS FUE LA ALDEA
Crecieron los hijos y se multiplicaron como lo mandan los libros sagrados.La Aldea se confirmó con el trabajo de todos. Entonces la Santidad se llamaba Monseñor Estrada; y la Medicina recibía el nombre del Doctor Correa; y la historia se llamaba don Célimo, y la Educación Carmen Emilia y la cultura, don Tomás.Las veredas se poblaron de palabras sonoras como Miracampo, Bellavista, La Aurora y Cantadelicia. Los hombres eran honrados y las mujeres eran castas. Fue, tal vez, el mejor tiempo. El tiempo de la Aldea.

III — DESPUÉS FUE LA VIOLENCIA
Cuando la patria extravió el camino, las manos enterraron las herramientas y desenterraron los fusiles. El hombre había dominado la selva y construido las escuelas pero la fiera íntima de los corazones había saltado de la ¡aula. En Marsella se puso el sol durante varios años.

IV_ AHORA NOS QUEDA EL FUTURO
Marsella, mi pueblo, nuestro pueblo, está vivo y vigente. El pueblo que transformó la maraña; el pueblo que se consolidó después; el pueblo que sobrevivió a la guerra, es un pueblo que merece vivir. Ha conquistado su derecho, ha preservado su dignidad. El futuro es responsabilidad de todos. Y será como nosotros lo construyamos.El desarrollo de los pueblos no es lo mismo que imitar a la gran ciudad. Es bueno y saludable recibir todas las virtudes pero no ios vicios de la gran ciudad.El futuro no es solamente el crecimiento físico sino la calidad de la vida. Salud, Educación, Trabajo, Recreación y Cultura. La paz, el pan, el amor. Los valores de la aldea perdida, deben ser los mismos de la aldea encontrada.

PALABRAS AL HIJO PARA QUE NO USE CAUCHERA

Por: Antonio Mejía Gutierrez



Ahora estás en la cuna mi pequeño

,Pequeño compañero de la base.

Indefenso, asombrado, sorprendido,

Asustado milagro de mi sangre.

Pero un día serás ya todo un hombre,

Es decir, llegarás a niño grande.

Y quiero hacerte un ruego para entonces

en nombre del pueblito de las aves.

Las manos de los hombres fueron hechas

Para abrazar mujeres en la tarde,

Para pulir el barro, para el surco,

Para pintar cuadernos con imágenes;

Para reconocer a los amigos,

Para ayudar a un ciego allá en la calle.
De la naturaleza y de al vida,

Los ojos son los hechos más brillantes.

No es bueno que los ojos ni las manos

Se apliquen en asuntos que te amarguen.

No es bueno que se extienda tu estatura

Con los hilos de caucho en tus falanges.

La cauchera es traición, es alevosa,

Tiene el sigilo de los criminales.

Es una bomba atómica lanzada

Sobre los Hiroshimas de los árboles.

Hiroshima, hijo mío,

una lejana ciudad donde murieron

muchas madres por culpa de unos odios

y una guerra con muerte en cantidades industriales.

Los nidos son las cunas de unos niños

Más pequeños que tú y tus amistades;

Y el papá de esos niños, más chiquito,

Y más desprotegido que tu padre.

Vinimos a este mundo para el trigo,

Para aplaudir el trino y los arcángeles;

Para buscar el alma en las palabras,

Y para defender al que no sabe.

Nunca pongas los ojos ni las manos

en cosas que no sean muy amables.

No son para la muerte, ni la herida,

son para trabajar y enamorarse.

Por esos es por lo que te hago este ruego,

no quiero prohibirte ni alegarte.

Pero sabrás, espero, conducirte

En paz contigo mismo y con las aves.

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