HISTORIAS, HECHOS Y PERSONAJES II

DATOS CURIOSOS

Tomado de la Monografía de Marsella de don Célimo Zuluaga.

“La primera partida de Bautismo de Segovia corresponde a María Ludgarda Morales, 1o. de ene­ro de 1880, bautizada por el Padre Manuel Desi­derio López . Las partidas anteriores a éste, se encuentran en Santa Rosa de Cabal.

Partida No. 1 de Matrimonios: Paulino Aguirre con María del Rosario Molina. 7 de enero de 1880 y fueron casados por el Padre Manuel Desi­derio López.

Partida No. 1 de Defunciones: María Rita Gi­raldo, casada con Agapito Aguirre. Ocurrió el 24 de agosto de 1880 y la firma el Padre Gregorio Pavas.

Las partidas de defunción números 129 y 130 corresponden a los señores Francisco Piedrahíta y Raimundo Ruiz, muertos el mismo día. (9 de octubre de 1890).

Cuenta Monseñor Estrada que en una ocasión fue llamado para cantarle un entierro al cadáver de una anciana que estaba en la puerta del cementerio y traída de «El Congal» (hoy «El Trébol»). El sacerdote pidió la trasladaran a la iglesia y cuan­do fueron a buscarla había desaparecido, pues só­lo había sido víctima de un ataque. Inmediatamente regresó a su casa y fue alcanzada en «El Edén». Es de hacer notar que en esa época los cadáveres de gentes pobres eran traídos del campo sin ataúd y «aquí se los fabricaban «sobre medidas».

La Calle Real era llamada «Calle de Marma­to», cuando estaba formada por casitas de paja.

La calle de Chapinero, llamada anteriormente de «El Gus», lleva este nombre por el siguiente mo­tivo: en la única casita de teja que existía en ese lugar, situada hoy en la carrera 7 entre calles 8 y 9, construida por el señor Nicolás López y habitada en esa época por un individuo llamado Marin­cito, amaneció un día un letrero que decía «Chapi­nero». Se le puso la queja al Alcalde, señor Juan Pío Ocampo, el cual muy serio contestó: «Yo lo hice porque en esa calle hay cuatro chapines, y así debe llamarse la calle».

Otra anécdota de don Juan Pío Ocampo es lo siguiente: Como en Segovia no existía mercado los días miércoles, el citado alcalde propuso crearlo y dispuso que los interesados podían sacar sus frutos para la venta con el compromiso de que lo que no se vendiera, él lo compraría. Así se hizo y al medio día recogía don Juan Pío los productos después de comprados y eran distribuidos entre personas pobres; El primer cerdo lo sacrificó el señor Antonio Cardona Alzate (carnicero) y la mayor parte la com­pró Ocampo, según lo convenido.

Siendo alcalde don Juan Pío Ocampo, invitó a los vecinos a arreglar la plaza, pero nadie aten­dió. Para obligarlos resolvió hacer grandes cana­lones y de esa manera los vecinos se vieron obliga­dos a trabajar en los banqueos. Este gran patriota será recordado siempre con gratitud, pues contri­buyó con su dinero, su trabajo y su entusiasmo al progreso de la naciente ciudad.

La calle más importante fue durante mucho tiempo la salida para Manizales pasando por la quebrada llamada de «Ña Ramona». Por ese lado se extendió el barrio de Tres Esquinas, que fue el más concurrido y del cual se conservan más histo­rias y leyendas. Después se varió la vía por la apertura de la «Calle de las Madres». Esta calle la hizo abrir don Luis Eduardo López cuando ocupaba el cargo de Alcalde Municipal.

Anteriormente se denominaban las calles con nombre de héroes, como todavía puede verse en algunos avisos: calle de Páez, Zea, La Pola, Sucre, etc. Como la salida para Las Tazas, vereda que fue de las más importantes, era por La Mina, se pobló una calle llamada Carangal, que fue de gran im­portancia. Se creyó que la ciudad se extendería a ese lado por tener mejores aguas y mejor clima; esto lo comprueba el hecho de que el área urbana se extiende más a ese lado y se trazaron mejor las calles. Todavía existe una de ellas que empieza en el citado lugar de Carangal o Sacatín, la cual, pa­sando por El Sinaí llega a Las Cuadras.

Del primer Concejo, al crearse el Municipio fue nombrado Presidente don Nicasio López, Vicepresi­dente don José de La Concepción Villa y Tesorero don Tito Restrepo. Es bueno recordar qué don Ni­casio López fue el primer Alcalde al crearse el Mu­nicipio, y fue nombrado por el Gobierno del Cauca.

Principio del formulario

El fundador del cementerio actual , Monseñor Jesús María Estrada señaló para el  primer cementerio  el lugar denominado » El Placer «, propiedad de don Emilio Cardona en la salida para » Cantadelicia «.

El primero que sepultaron en ese lugar fue a don José Antonio Bedoya, hijo de José y de Estanislada Obando.

Para abrir las sepulturas eran necesario rozar y arrancar raíces, motivo por el cual a los pocos días era imposible encontrar de nuevo la sepultura.

En este mismo lugar fue sepultada la señora María Gregoria Muñoz, esposa del fundador, la cual murió el 4 de julio de 1873.

Pedro Pineda también fue sepultado en el viejo cementerio, pues falleció el 2 de Mayo de 1905. Esta era la sexta partida de defunción firmada por el padre Estrada.”

 

DATOS DEL MUNICIPIO

EXTENSION: El municipio posee una extensión de 149 km2 de los cuales el casco urbano ocupa 6 km aproximadamente.

Altura máxima: 2.150 m.s.n.m. (Alto del Nudo)

Altura del área urbana: 1.575 m.s.n.m.

Temperatura media: 20°C

Precipitación: 2.000 mm/año

Población: 20.000 habitantes

Distancia a Pereira: 27 kilómetros.a partir de la Ye, hasta Turín

Distancia a Chinchiná: 26 kilómetros.

Reconocimientos: Premio Nacional del Medio Ambiente, otorgado por Bavaria en

1.987.

Municipio Verde de Colombia, categoría del INDERENA en 1.989

Premio Jorge Bejarano, Ministerio de Salud el 5 de octubre de 1.991

Municipio Caminante, año 2001, MEN.

Celebraciones:

Semana Santa

Celebración aniversaria  (18 de Julio)

Día de la Identidad Marsellesa (primer viernes de noviembre)

Fiestas de la Amistad (Primera semana de noviembre)

Desfile de la patria (fiestas de la amistad)

Exposición equina grado B. mes de julio

Gentilicio: marsellés, marsellesa y marsellense.

ANOTACIONES PARA LA HISTORIA DE MARSELLA, RISARALDA

Los nombres del municipio

Por Alfredo Cardona Tobón        

http://historiayregion.blogspot.com/search=SEGOVIA

 

El primer informe oficial de la aldea de Villarrica se encuentra en un informe del Secretario de Gobierno  del Cauca a la Legislatura de 1865. De allí extractamos lo siguiente: …” dos nuevas poblaciones se han fundado recientemente: Villarrica a cuyo establecimiento concurrieron 131 hombres naturales de Antioquia, como lo veréis en los documentos que se os pasaron y San Sebastián de Putumayo en  el territorio de Caquetá”

“Está situada Villarrica en tierras baldías que la nación cedió al estado; de las comprendidas entre los ríos Chinchiná y Otún, el poder ejecutivo, aparte de dictar providencias convenientes para fomentarla, resolvió que correspondía a la Corporación Municipal del Quindío, reservar y adjudicar las cincuenta hectáreas de tierra necesarias para el área de población y las que corresponden  a los pobladores, todo en términos de la Ley 114.”

En el año  1869 el caserío de Villarrica tomó el nombre de Nueva Segovia. Don Célimo  Zuluaga en su monografía de Marsella cita el testimonio de Félix Toro, un venerable anciano de la región, quien dijo que cuando pasó Tomás Cipriano de Mosquera con sus tropas con rumbo a Manizales, siguió una trocha que pasaba por el  lugar, al encontrarse con algunos mineros les preguntó por el nombre de ese sitio, a lo que respondieron que se llamaba Villarrica; el general comentó: “ Es  un lugar muy parecido al terreno de Segovia en el Tolima, en donde combatí y vencí al general Paris”.

Cuando Mosquera tomó las riendas de la nación, los vecinos le hicieron el homenaje de seguir llamando la aldea como Villarrica de Segovia.

En Villarrica se concentraron numerosos paisas provenientes de la aldea de María, huían de las guerras que ensangrentaron  al estado de Antioquia durante las décadas del sesenta y del setenta del siglo XIX; mediante la ley del 27 de septiembre de 1869 el gobierno del Cauca cedió una vasta extensión a los vecinos de la nueva fundación,  infortunadamente dicha  cesión se declaró nula en 1877 porque no se habían medido los terrenos ni se observaron los requisitos legales pertinentes.

LA VIDA COTIDIANA EN VILLARRICA DE SEGOVIA

El jefe radical Ramón María Arana, fundador de la aldea de Murillo fue un gran impulsor de Villamaría y de Villarrica.  Este topógrafo que midió y loteó el vasto territorio al norte del río Otún hasta el río Chinchiná brindó todo el apoyo a los vecinos de Villarrica que muy pronto alcanzó la dignidad de aldea con el nombre de Nueva Segovia.

La vida en Nueva Segovia fue tumultuosa, como en todas las poblaciones de frontera caucana. Sus habitantes no eran un dechado de virtudes; el viajero alemán Von Schenk en su libro de viajes se asombró de las borracheras y desmanes en Salento, San Julián, Palestina, San Francisco y en Nueva Segovia.

Doña Valeria Pineda,  hija del fundador Pedro Pineda, contaba que en el primitivo Villarrica se destilaba aguardiente y se presentaban muchas riñas. Un día, cuenta doña Valeria:  Escolástico García se negó a pagar el trago que había consumido y el cantinero lo mató de un garrotazo,  concediéndole el honor de ser el primer muerto en el pueblo. Rosendo Pineda continuó la lista mortuoria víctima de una puñalada y el mismo fundador, Pedro Pineda, se vio envuelto en líos con un sujeto apodado “El Grillo” quien obligó  a Pedro a entregarle parte de sus mejoras con la amenaza de denunciarlo ante las autoridades por contrabando de aguardiente si no accedía a sus exigencias.

En 1877 el caserío  denominado simplemente Segovia fue teatro de las operaciones de los ejércitos de Antioquia y el Cauca, atrincherados a lado y lado del río Otún. El jefe conservador Macario Cárdenas estableció en Segovia su campamento hasta que “la cortada del Nudo” lo obligó a replegarse hacia Santa Rosa de Cabal y Manizales.

Segovia figuró como corregimiento de Pereira hasta julio de 1904, cuando el gobierno del Cauca lo elevó a la categoría de municipio; en calidad de distrito formó parte del departamento de Caldas, cuya Asamblea le cambió el nombre de Segovia por el de Marsella el 8 de abril de 1915.

Los nombres de Segovia y de Marsella no dan idea remota de la realidad de este municipio que hubiera quedado mejor identificado con el de Villarrica por sus tierras, por las aguas y por el compromiso de sus habitantes con el medio que los rodea.

El progreso de  Marsella ha sido lento, pero al igual que Chinchiná o Palestina, es difícil crecer al lado de ciudades como Manizales  y Pereira que son como esponjas que absorben todo la dinámica de la región. Pero ahí va… en un futuro será posiblemente una comunidad satélite  incrustada  en la megaciudad regional.

EN BUSCA DE LAS RAICES DE MARSELLA 

   APARTES

Por Alfredo Cardona Tobón

Algunas aldeas nacieron en los cruces de los caminos, guiadas por el espíritu de la empresa y el comercio; crecieron bajo el retumbar de los cascos y se marchitaron cuando se alejaron las recuas.

Otras aldeas brotaron al lado de la fonda caminera que les sirvió de cordón umbilical; medraron en sitios inverosímiles hasta que llegó la carretera que se las llevó, hasta con los recuerdos, a la ciudad más próxima. Hubo unas cuantas que nacieron con pergaminos y fecha de fundación. Nacieron con poder; las circunstancias les fueron dando fuerza o las borraron del mapa.  A veces los cuarteles y los puntos  militares dieron vida a unos pueblos que vivieron con el sonido del clarín y desaparecieron, cualquier día, bajo el plomo candente o el fragor del combate. En los anales del departamento  de Risaralda la aldea de la Virginia fue un cruce caminero; Balboa nació a la orilla de la Fonda de Vista-Hermosa, el primer Cartago tuvo privilegio de nacer con fecha y pergaminos; Guntras surgió a la voz de un caudillo y  desapareció bajo flechas y mosquetes.

Otras aldeas, como Villa Rica, se levantaron quedamente en medio de la selva, sin ruidos, pergaminos ni fecha establecida; nacieron bajo el impulso de titanes montañeros que buscaban paz y tierra, grata simplemente.

Del fortín al barbecho

Las provincias del Cauca y la de Antioquia, constituidas en estados soberanos por la Constitución de Rionegro, eran algo así como dos naciones antagónicas dentro de  un mismo Estado. Los antioqueños eran conservadores su gran mayoría y los caucanos eran liberales. Los antioqueños se preciaban de ser blancos y miraban con desprecio a los ñapangos y negros del sur, que a su vez veían a los antioqueños como picaros y camanduleros.

Las dos provincias eran los baluartes de uno y otro partido político. Si se desestabilizaba el gobierno liberal del Cauca, naufragaba el liberalismo colombiano y si era vencido el conservatismo antioqueño, nada tenía que hacer el conservatismo del resto del país. Todo esto llevó a las provincias vecinas a confrontaciones continuas. En el año de 1841 fue la guerra de los supremos, iniciada por Antioquia. En 1860 fue la revolución de Mosquera que empezó en tierras caucanas.  En 1676 se levantaron los conservadores del Cauca con el apoyo de Antioquia y la sangre corrió por toda la patria. Y no contemos las innumerables revoluciones locales, los pronunciamientos y las guerrillas promovidas por uno y otro estado. Por la banda occidental del rio Cauca los estados de Antioquia y el Cauca estaban separados por el rio Arquia; el río Chinchiná era su límite por la banda oriental del rio Cauca. Hasta aquí llegaba el inmenso latifundio reclamado por los sucesores de Juan de Dios, cuya ambición de tierras los llevó a reclamar más territorios al sur y trataron, sin conseguirlo, de cambiar el nombre del río Claro por el de Chinchiná, para apoderarse de extensos baldíos. La aldea de Manizales nació al norte de la ribera del rio Chinchiná y pronto fue convertida en un fortín militar por los antioqueños. Los caucanos lo consideraron un riesgo y para neutralizar su poder fundaron el caserío de María o Villamaria al otro lado del río. Villamaría creció con colonos paisas de extracción liberal. El 20 de octubre de 1852 fue erigido en Aldea y en 1858 era distrito parroquial. El 8 de mayo de 1860 el gobernador del Cauca, general Tomás Cipriano de Mosquera, separó el estado de la Confederación Granadina y atacó al gobierno de la Unión. Los conservadores caucanos, auxiliados desde Manizales ocuparon la Aldea de María. En Agosto 28 Cipriano Mosquera, desde la Aldea atacó a su vez a Manizales y engañó a los paisas con el célebre convenio llamado la Esponsión. La mayoría de los labriegos venidos de Antioquia y ubicados en Villamaría no estaban interesados en las guerras. No podían volver al norte pues eran tierras con dueño. Fijaron entonces su vista en las montañas del sur y decidieron retar, de nuevo, los tigres y los bichos. Así pues, un día de 1860 Don Pedro Pineda vecino de Villamaría, organizó provisiones, se terció una peinilla y con un hijo y un perro se adentró en territorios caucanos, libres y baldíos, en busca de un sitio libre de combates, contribuciones y reclutamientos. Don Pedro siguió una trocha que desviaba al rio Cauca y después de varios días de recorrido vio el punto que deseaba.  Al lado de un lembo gigantesco abrió el barbecho y sembró la semilla que habría de alimentar a su familia. Después regresó a la Aldea de María y cuando calculo que las mazorcas de su abierto lo estaban esperando, retomó el camino de la selva con sus amigos José Bedoya, Pedro castaño, Luis Betancur que con otros compañeros de aventura habrían de dispersarse por los montes vírgenes de Villarrica en la provincia de Quindío.

Entrevista al sacerdote Jesús María Estrada.

Tomado de Marsella: Periodismo e Historia

De Gilberto López Ángel

Publicado en EL PREGÓN, año 1.947

 

En la edición N° 15, los directores del periódico Néstor Salazar R y Guillermo Uribe H., entrevistaron al sacerdote Jesús María Estrada al cumplir éste 43 años en el ministerio sacerdotal. La charla apuntó a la memoria de sus obras espirituales y materiales como párroco. Palabras que trascribo textualmente en sus apartes más importantes.

«La plaza no era más que el reducido espacio de la esquina de la casa de Manuel Vásquez y la Calle Real, en ese momento Calle Marmato, llamada así por las peleas que allí habían casi todos los días. Se extendía apenas hasta la esquina de la casa de don Pedro Echeverry. A lado y lado de lo que ahora, mirando hacia las lomas, uno que otro rancho y dos o tres casas de teja, la de don Urbano Hoyos, la de don Nicasio López, la Casa Cural era la casa que ocupa hoy la familia Peláez y que, además, era la escuela de niñas».

«No se había empezado más banqueo de consideración que el de despeje del lote que ocupa la iglesia actualmente, y de la magnitud de este ‘trabajito’ solo puede dar idea el altísimo barranco que hay aetrás de la iglesia, por donde pasa la Calle del canal, llamada así por el profundo zanjón que allí se abrió con la ayuda del agua que hubo que traer desde La Liberia y El chiflón»

«Sin más fuentes para tomar agua que la de El Gallinazo y El chiflón, empezó la tarea de traerla a la incipiente población, por los más rudimentarios medios. Primero, guadua y luego algo más moderno, tubería de barro contratada, si mal no estoy con Miguel Cadavid, por don Jesús María Bedoya. Vino luego la tubería metálica que, junto con la hermosa pila, pedí a Amberes con la decidida ayuda de Camilo Uribe, como presidente del Concejo. La traída de la pilas costó, desde Mariquita, la buena cantidad de doscientos cincuenta pesos que se pagaron a un arriero Manizaleño, de apellidos Ángel Echeverry».

«Se construyó la Casa Cural en el lote que hoy ocupa; se empezó en 1907. Luego, el convento de las reverendas madres Bethlemitas, para lo cual se utilizó un lote comprado a don Liborio Caro. La comunidad vino con anticipación y se hospedó en los bajos de la Casa Cural».

«Los trabajos de la plaza son una verdadera hazaña del esfuerzo mancomunado de la ciudad, en* convites en los que asistió gente de remotas veredas que, como las del Alto Cauca y Las Tazas, se unieron a los habitantes del área urbana para la titánica empresa.

 

Las mujeres hacían de comer mientras los hombres trabajaban. Como hecho simpático que aún conservo en la memoria de esos días de intenso ajetreo, recuerdo que uno del os hombres que trabajaba en el banqueo, a quien se le conocía más nombre que el apodo «El Piojo» se robó una paila. El banqueo que este señor hizo fue bautizado con el remoquete de «La plaza del piojo».

 

«En 1920 se dio al servicio la primera iglesia en el lote que hoy ocupa. Ya estaba trabajándose también en el moderno Cementerio, que hoy es uno ae los más bellos del país. Quedó en una falda por un accidente imprevisto. Ai abrir la calle que habría de dar acceso a él, la manga plana que se había comprado precisamente para hacer allí el cementerio, quedó al lado de abajo. El padre al hablar del cementerio, del hermoso Cementerio de Marsella, consagra su devoto recuerdo agradecido para Don Julio Cesar Vélez, Toñito Flores, el maestro Rojas y el señor Polanco, apóstol de esta obra el primero, y excelentes cooperadores los últimos».

«Aquí han florecido y rendido buenos frutos y vastas empresas de la inteligencia tuteladas por hombres capacitados, cultos e inteligentes que, desafortunadamente, han muerto o han dejado la ciudad rumbo a otras tierras».

«En 1910 don Ramón Zafra R. inauguró la Biblioteca Parroquial, que ha sido desde su apertura un centro de difusión espiritual, en el cual se ha despertado pasión por la lectura, hasta en las más lejanas veredas de Marsella».

«No hemos sido ajenos a la actividad teatral. Tuvimos un excelente salón dramático integrado, entre otros, por José Flores, Benicio Henao, Alcibíades y Temístocles botero, Julio Vélez, Luis Álvarez, Vicente López. Distinguidas damas formaron compañía tan buena, que una vez hicieron una gira con mucho éxito»

«Colegio de segunda enseñanza, tuvimos por mucho tiempo. Lo dirigieron pedagogos tan distinguidos como D. Benigno Cardona, D. Manuel Duque Z, D. Genaro Bueno, D. Miguel A. Villegas, D. Pedro Gallo, un señor Zapata, y D. Jesús Giraldo. En él recibieron la primera educación efectiva, Carlos Arturo Gü, Camilo Restrepo, Amoldo Tabares y otros muchachos que han triunfado ampliamente en varias ciudades del país».

«Todas esta cosas fueron posibles por la estrecha cooperación sin prejuicios políticos ni personales, ni de grupo, que aportaron fraternalmente hombres como Ramón Zafra, Ramón Ramírez, Manuel Vásquez, Nicasio López, Julio Vélez, Julio Duque, Camilo Duque y tantos varones ilustres que conjugaron sus esfuerzos para todas las nobles empresas de mejoramiento de esta noble ciudad».

Camino Santa Rosa Marsella: la ruta del trueque.

 

Por Jaime Fernández

 

El 13 de octubre de 1844 el presidente Pedro Alcántara Herrán autorizó la fundación de un sitio llamado Cabal ubicado en la Provincia del Cauca, Cantón de Cartago, República de la Nueva Granada. En 1852 la aldea fue erigida a la condición de Distrito Parroquial con el nombre de Santa Rosa de Cabal. La ciudad fue la primera población de origen antioqueño fundada en territorio caucano y muy pronto sus habitantes, trabajando gratuitamente como era el espíritu de la época, empezaron a construir puentes; caminos como el del Privilegio que unió al Cauca con Antioquia desde Cartago a Villamaría y vías para comunicar las distintas fracciones de su extenso territorio. Con el tiempo algunos de estos caminos propiciaron el florecimiento de importantes ciudades como San Francisco (Chinchiná) y Villamaría poblaciones cuyos territorios se segregaron de Santa Rosa una vez adquirieron independencia administrativa. 

 

Hasta finales del siglo XIX, en 1888, para ser más preciso, los habitantes seguían reclamando una indemnización por las tierras perdidas en los referidos procesos fundacionales.

 

Santa Rosa y Marsella, dos ciudades unidas por la historia. 

 

En 1860, Pedro Pineda y un grupo de pioneros venidos de Villamaría fundaron a Marsella con el nombre de Villarrica y desde ese momento sus fundadores establecieron con Santa Rosa fuertes vínculos comerciales, religiosos y político administrativos.

 

Pedro Pineda y sus compañeros venían con frecuencia a Santa Rosa con el fin de adquirir semillas de tabaco, algodón cabuya y plátano y a su vez traían el hobambo, un tubérculo del cual se extraía una especie de almidón y que en épocas de penuria o de guerra como la de 1885 se empleaba como alimento, pues los bandos en disputa, voraces como langostas, asolaban la región reclutando campesinos, imponiendo contribuciones forzosas, expropiando y destruyendo las obras construidas con el esfuerzo colectivo como el puente sobre el río Otún y la escuela, arrasando la incipiente economía local.

 

La fe fue uno de los valores trascendentales de los colonizadores antioqueños; inspirados con el lema «Dios y Patria» forjaron con civismo y desinterés una comunidad a la altura de sus ideales. En momentos en que por diferentes circunstancias los habitantes de Segovia no podían contar con la presencia del sacerdote para rituar todos los actos propios de los sacramentos y la liturgia católica, emprendían el largo y tortuoso camino a Santa Rosa para celebrar una boda o bautizar a un niño. El primer matrimonio en la naciente comunidad lo realizaron el señor Justo Bedoya y la señora Valeria Pineda; la pareja emprendió un largo viaje a Santa Rosa donde con anticipación se habían corrido las admonisiones pertinentes;  conminando a los fieles a «hablar ahora o callar para siempre» respecto de algún impedimento que los contrayentes pudieran tener para celebrar la boda. 

 Aunque el camino era áspero y abrupto y los rigores del clima ponían a prueba el temple de los jóvenes, el embriagador paisaje los energizaba y fortalecía: desde el Alto del Rayo y La Miranda el enigmático Alto del Chuzo y su entorno embriagaba los sentidos atenuando los rigores del clima y la ardua jornada. El río San Francisco calmó su sed y mientras descansaban arrullados por sus susurros y los trinos y gorjeos de los pájaros que medraban en el extenso dosel verde formado por carboneros, sietecueros, yarumos,  lembos y arrayanes observaron con admiración no exenta de inquietud el Alto del Chuzo; se decía que al ingresar a los dominios de «La Montaña Encantada» extrañas presencias poblaban el sector: una gallina con pollitos de oro, puertas que se abrían, el tañido de una campana, rayos y centellas caían como metralla en torno de los viajeros y bolas de fuego gravitaban en torno de la piramidal mole. Como había una misión que cumplir y además para vencer a los fantasmas y los endriagos no había que mostrarles miedo la pareja reanudó la marcha no sin antes sacar de su equipaje un gajo de ajos, una estampita y el cordón de San Blas para conjurar los hechizos. Llegaron sin novedad al campamento en las goteras de la aldea de Santa Rosa; allí con el agua refrescante de un cantarino manantial se limpiaron el sudor; humedecieron y peinaron sus leonadas cabelleras y cambiaron sus trajinadas y empantanadas cotizas tragaleguas por un reluciente calzado especialmente escogido para la ocasión. Previo a la bendición los contrayentes debieron escuchar la oración a los casados: » Señor, sed propicio a nuestros ruegos, y acompañad con vuestra bendición el Sacramento que instituisteis para la propagación del género humano, para lo que es unido por vuestra autoridad, se conserve por vuestra asistencia …».

Al finalizar la ceremonia quedaron en sus mentes grabadas para siempre las palabras de Sor Juana Inés de la Cruz expresadas por el sacerdote durante la misa de casamiento: » ha de ser una fidelísima esposa tan unida a su caro consorte en lo próspero como en lo adverso; tan fina en la tristeza como en la alegría; tan amante en la muerte como en la vida». Habían recibido el lazo que atado a su cuello forma el nudo que sólo se desata con la guadaña de la muerte. Les esperaba el largo camino de regreso a casa pero exultantes como estaban, no lo sentirían, habían sellado su amor con la bendición divina los esperaba su querencia solariega y la comunidad unida por relaciones de confianza surgida del trabajo comunitario que construiría las escuelas, los caminos, el cementerio, la Casa Consistorial en forma colectiva y gratuita dejando la semilla para forjar en el futuro El Municipio Verde de Colombia inspirado en los  valores de los colonizadores y honrando su legado ambiental y cultural.

Pero además de los vínculos que estableció el comercio y la fe entre las dos poblaciones; en determinado momento de la historia Santa Rosa y Marsella estuvieron políticamente integrados. En 1876 los Estados Unidos de Colombia vivieron otra de las muchas guerras civiles y, como ocurría siempre que los «héroes de la Patria» se bajaban de su pedestal para mantener por las armas sus pretensiones ideológicas y de poder, el patrimonio público que las poblaciones habían construido con su trabajo colectivo y gratuito era arrasado por los ejércitos en contienda: el puente sobre el río Otún de «madera fina labrada» erigido en 1852 por los santarrosanos  fue arrasado por el ejército del gobierno y la escuela corrió idéntica suerte; además los pupitres y útiles  escolares quedaron esparcidos por los alrededores. $800.ºº fue el valor que el Estado prometió cancelar para resarcir el daño causado, pero nunca se concretó la referida indemnización.

 

Marsella no corrió con mejor suerte de acuerdo con la misiva enviada por el alcalde al Jefe Municipal del Quindío expresando: «el archivo de Segovia desapareció con la retirada del ejército rebelde de Antioquia cuando ocupaba las riberas del río Otún.» 

El caos post conflicto hizo que el Jefe Municipal del Quindío con sede en Cartago ordenara al alcalde de Santa Rosa pasar al caserío de Segovia para dar cuenta de los daños materiales registrados y efectuar el inventario de los elementos de guerra existentes. Las circunstancias exigieron que el corregidor de Segovia y la población dependieran de Santa Rosa y así en 1877, cuando se discutía la conformación del presupuesto de la citada ciudad para el año 1878 se incluyeron los gastos de la aldea de Segovia y para tener suficientes elementos de juicio para elaborar el aludido acto administrativo a instancias del alcalde, se desplazaron a Santa Rosa «dos personas honradas» para informar al cabildo sobre «la contribución directa que le cabe al caserío para los gastos de todo el año, es decir para pagar los sueldos del secretario, el preceptor de la escuela y el agrimensor oficial que debía medir las 3000 hectáreas que le corresponden al caserío. Al preceptor de la escuela Luciano Jaramillo se le adeudaban cuatro meses de sueldo.

Una vez aprobado el presupuesto de Gastos de Santa Rosa que incluía también las rentas y gastos de Segovia, era dado a conocer por bando en las dos localidades haciendo la promulgación ante toda la población después de un toque de tambor.  

Desde 1913 El Español fue erigido como corregimiento de Santa Rosa de Cabal, como reconocimiento a su potencial agrícola y económico. La memoria colectiva del caserío aún recuerda con admiración y cariño la dinámica presencia del padre Jesús María Estrada quien a través de las fiestas patronales integró a toda la comunidad alternando los oficios propios del culto con el jolgorio y la sana diversión promoviendo carreras de caballos, varas de premio, cantarillas para adquirir fondos con destino a obras sociales y optimizando la alegría y la espontaneidad de los campesinos, su más preciado valor. La vecindad con el municipio de Marsella generó que en determinada época los niños nacidos en el corregimiento eran registrados allí.

EL VELORIO

Célimo Zuluaga

La llamada con el «cacho» indica que ya ha muerto el compadre Segismun­do o Mundo, como era llamado familiarmente. Mundo había cogido un «tabardillo” y de nada le valieron las lavativas de Zumo de cañaguate aunque las de “batido” de cañafístula le habían aprovechado unos pocos días. Los vecinos muy descontentos por no haber llamado a Petronila reputada como la mejor yerbatera de la vereda, la cual “bajo cuerda” había recetado a varios médicos y se decía que le habían “robado” varias fórmulas. Se habían atenido a Josecito que no curaba una jarretera dándosela afeitada encimándole el jabón de tierra. Era claro  que Josecito car­gaba en el enorme carriel de nutria toda clase de yerbas aromáticas, el colmillo del morrocoy, la pata de venado y el “gueso” de cu­sumbo para darlo raspado, pero esto solo servía para enyerbar, hacer querer y que una mujer siguiera a uno a todas partes. Pero eso es hechicería y en este caso se trataba de una enfermedad en la ‘caja del cuerpo’, o mejor, un calor alto que se le había subido a la cabeza. Pero ya no había remedio y era necesario proce­der a organizar el velorio en el cual debían estar los vecinos pues Mundo era querido de todos. Un hombre que había estado en la guerra de los mil días, en las guerrillas del Tolima y que se conocía casi todos los pueblos no podía dejarse así, no más, sin un ve­lorio bueno y un entierro mejor. Lo primero que se hizo fue llamar al Ñato que era muy desalmado para que le  diera el baño de hojas de naranjo agrio, le pusiera el pantalón negro que Mundo usaba cada mes que salía al pueblo, la camisa de pechera que en ese momento la estaban aplanchando “en crudo” y sobre to­do los zapatos amarillos que en este momento ofreció regalados el mayordomo. Era cierto que no estaban em­bolados pero era suficiente limpiarlos con un pedazo de naranja y sacarles brillo. Como en esos momentos llegaba el maestro Juancho que era muy buen carpin­tero pues era el que armaba las casas y fabricaba los baúles “endientados” y como medida preventiva ha­bía traído el martillo y el serrucho. Se dedicó a fa­bricar el “ataúd” con unas tablas de písamo que te­nían guardadas en el zarzo. Un muchacho ensilló el caballo y sin perder tiempo se fue al pueblo a com­prar la tela negra y los estoperoles de cobre para forrarlo, y la orden de lla­mar al fondero, de regreso, para que mandara unas botellas de aguardiente y dos paquetes de tabacos para atender durante el velorio pues ya empezaba a llegar mucha gente al trasnocho. La hija mayor se puso a sancochar maíz para las arepas de la cena y a calentar el agua para pelar la gallina que ya es­taba amarrada a una de las patas del fogón.

Ya había sido colocado Mundo en la tarima, en el centro de la sala y allí    permanecería hasta el amane­cer que fuera colocado en el ataúd. El cadáver estaba vestido decentemente tal como debía aparecer en el juicio final La tarima estaba rodeada de cuatro candelabros formados de hor­quetas de palo de yuca y en sus extremos colocadas las velas de esperma en naranjas que servían de «candeleros. Sobre su pecho, abrazado tenía un pequeño crucifijo. Para ce­rrarle la boca hubo necesidad de amarrarle un pa­ñuelo semejante que se usaba para sostener el emplasto cuando se sufría el dolor de muelas.

Solo faltaba hacer el “túmulo” y para ello se recogieron varias mantillas ne­gras, “sencillas”, pues las de “blonda” no eran adecuadas, las cuales pendientes de una viga servirían de fondo para colocar la imagen de la Virgen del Per­petuo Socorro, San Expe­dito y el Señor de los Milagros “bugueño” que eran las imágenes más venera­das. San Martin de Porres que es tan apropiado en estos casos, no era conoci­do aún.

Y empiezan a llegar los del velorio. Unos sostenían que esa noche había que empezar la novena de las ánimas y otros que eso se­ría al día siguiente. Esta diferencia la resolvió salomónicamente Petronila, como perita que había sido como cocinera en la ca­sa cural durante unos me­ses y actualmente tenía el honroso cargo de atender al señor cura durante las misiones de vereda. Ante tamaña autoridad, nadie pudo discutir y ella dispuso que esa noche solo padrenuestros y responsos que ella relataría en “latín” pues se los sabía con muy lige­ras equivocaciones que afortunadamente no se notaban.

Al fin, la noche pasó tranquila pues aunque los hombres se emborracharon bastante pasaron entretenidos bailando en el corredor ya que como se dijo la sala estaba ocupada por el cadá­ver y el cuarto se reservó para acostar a los más bo­rrachos y a los «chiquitos». No faltó aguardiente, cena, cada rato tinto y en fin, se hizo lo posible para que es­tuvieran bien. Muy al amanecer se trajeron dos gua­duas para amarrar él ataúd, hacer la parihuela y dejar­lo listo pues así se lleva­ría en hombros por los «tragadales» que había que cruzar en el largo camino pa­ra llegar al pueblo. La mayor parte se fueron para sus casas vecinas a cambiar de ropa y regresar pronto pa­ra empezar el desfile de la patria por la cuesta arriba. Los que que­daban en casa salieron a despedirlos del patio todos muy resignados pues en ese tiempo no se usaban los “desmayos”.

Al llegar al pueblo pidieron posada en la casa de la comadre Encarnación y allí velaron el cuerpo hasta que viniera el Padre acompa­ñado de un acólito. En la esquina se hizo la primera «posa». El ataúd era sostenido por tres sábanas que llevaban los cargueros en­vueltas en la mano. Cuan­do paraban lo colocaban sobre dos taburetes mientras el sacerdote le rezaba un responso y le rociaba un poco de agua bendita. Las exequias duraron poco, pues el entierro era de ca­ridad y sobre todo los en­tierros muy ceremoniosos, decían ellos, solo era para los ricos que si tienen cuentas tan enredadas para arreglar con San Pedro. Pero Mundo qué problemas iba a tener cuando casi no salía al pueblo, hacía los primeros viernes y ni siquie­ra hablaba mal de nadie. Es cierto que de joven había sido tremendo pero ya se había arrepentido y el Pa­dre los había tranquilizado diciéndoles que era cierto no se había confesado en la última hora por dificultades para él ir, por el invierno, pero que con un acto de arrepentimiento sería suficiente y no se ha visto el caso de un hombre, por malo que sea, no se arrepienta cuando se va a morir, aunque muchas veces puede ser acto de  “atrición” debido al miedo cosa muy natural porque cualquiera se asusta.

Fue enterrado en tierra pues el dinero que se podía gastar en una bóveda sería mejor pagarlo en las «gregorianas» y de esa manera asegurarle una eter­nidad mejor ya que el cuerpo sería «pasto de los gu­sanos». Cada cual quería echarle su palada de tie­rra porque esto es de buen agüero. Todos regresaron borrachos a la finca para empezar la novena que se­ría «encorada» por Petro­nila.

JUEGOS TRADICIONALES

JUEGOS DE LA INFANCIA

Los trompos:

La creatividad siempre estuvo presente en la utilización de los elementos naturales de uso común en los hogares y familias. Los árboles, desde la raíz hasta el fruto, las piedras, los utensilios de la cocina con la complicidad de las madres o hermanas mayores, las corrientes de agua, el papel, el cartón, los recipientes, el barro, las tapas, los carretes del hilo, la cabuya, las canicas o bolas de cristal, el aro de la llanta y el palo para conducirla, el resorte o caucho,  el yoyo, el valero y todo espacio del entorno servía como objeto de las más variadas actividades de recreación, goce, disfrute, variantes de juegos tanto a nivel individual como colectivo y aunque se establecieron algunos  para hombres y mujeres, en la mayoría de los casos se compartían dentro de un clima de profundo respeto por las reglas que se fijaban y de los acuerdos a que se llegaba, en jornadas compartidas con la formación académica, laboral, de formación espiritual y de las responsabilidades asignadas por los padres, hermanos mayores o superiores por edad, dignidad o gobierno.

El juego del trompo, con sus muy variadas aplicaciones, trajo consigo no solo la fabricación, aprovechando hasta el último retazo de madera, producto de los aserríos o labores propias de la carpintería o ebanistería, sino que se convirtió en uno de los juguetes preferidos y utilizados en cualquier época del año, sin distingo de género, edad o condición social.

Para bailar me pongo la capa,

Para bailar me la voy a quitar,

Y si no me ponen la capa,

Yo no podría bailar.

El compartir las actividades lúdicas, entre hermanos, familiares, amigos, trabajadores, era parte de la convivencia intergeneracional y facilitaba el aprendizaje del manejo y uso de los diversos juguetes, rondas, juegos  y de las responsabilidades que implicaba la participación.

El trompo brincador, normalmente delgado y muy bien pulido, la sapita, gordita y ancha, la singa, el puchador, un poco rudo y de contextura fuerte, desde el más pequeño hasta el más grande, tenían su aplicación en el juego de la calle, en la ruleta o círculo para sacar el tesoro, en la ronda para llevar otro trompo, de un sitio a otro, en la competencia de salto largo, en el tiempo de duración mientras bailaba y en demostraciones  de habilidad en su manejo para recogerlo del suelo o sin tocarlo, en ponerlo a bailar sobre algunas superficies u objetos y hasta maromas de la más alta creatividad. Poneme ese trompo en uña, una expresión, un reto, muchos significados.

Las canicas:

Las canicas o bolas de cristal, desde las más comunes hasta las más  valoradas y apreciadas por sus colores y materiales, permitieron su uso y aplicación no solo a las actividades lúdicas, sino también a las artísticas en general, incluyéndolas en la decoración de espacios y en objeto de comercialización como juguete para cualquier época del año

 El juego de la once, el pipo y cuarta, bolas a la pared, la vuelta a Colombia, las casitas, la ruleta, el tesoro enterrado para sacar con el trompo, la meca o el hoyo, entre muchos otros, eran jornadas de especial intercambio de saberes, experiencias y propuestas, adecuando los espacios del patio de recreo, de los hogares o de los terrenos aledaños al barrio o vereda, donde previa convocatoria, se daban cita no solo los usuarios o interesados, sino los grupos de amigos, familiares y hasta los patos, que finalmente se quedaban con algunas, aunque fueran roñosas o muy comunes.

Estas mismas variantes se pudieron aplicar al uso de los corozos, los frutos de la palma chonta, del frutillo y de aquellas semillas que tuviesen forma redonda.

La carreta del hilo:

Al terminar los trabajos asignados a las modistas y posteriormente en algunas sastrerías, los carretes que contenían el hilo o la fibra que se utilizara, eran muy apreciados para construir el carrito, objeto de variados juegos y competencias entre integrantes de la familia o vecinos.

Alistar el cabo de vela, el caucho o resorte, el palito de los bombones, el trozo delgado de madera y en algunos casos la navaja o cuchillo bien afilado, la superficie o espacio para la competencia o exhibición, eran apenas parte del  uso creativo del tiempo libre con el carrito hecho en casa.

Rondas, juegos, competencias y otros.

Las competencias con flores, hojas, palillos, barquitos, aprovechando las fuentes de  agua cercanas a los hogares o terrenos familiares, permitían disfrutar de ratos de entretenimiento y de ir consolidando relaciones entre las personas y con el medio ambiente en general.

Sunsun de la calavera, el escondite, la chucha o la lleva, la vuelta a Colombia con tapas, la vara de premio, el yoyo, el valero, los zancos, las cometas, los gorros, los barcos y aviones de papel o cartón, el cojín, las muñecas, las comitivas infantiles, las adivinanzas, las rondas, entre otros innumerables juegos y actividades de esparcimiento no solo formaron integralmente las generaciones anteriores, sino que también sirvieron de base para la construcción de una ciudadanía responsable de sí misma y de los demás.

Acuerdos del Concejo Municipal

YARUMO BLANCO ARBOL MUNICIPAL

ACUERDO NUMERO 018
DE JUNIO 29 DE 1991

POR MEDIO DEL CUAL SE ADOPTA UN SIMBOLO MUNICIPAL.

EL HONORABLE CONCEJO MUNICIPAL DE MARSELLA Risaralda en uso de sus atribuciones legales que le confiere el artículo 197 de la Constitución Nacional y el decreto 1333 de 1986.

ACUERDA:

ARTICULO PRIMERO: Adoptase el árbol de Yarumo Blanco,  como símbolo municipal.

ARTICULO SEGUNDO: ordenase la inserción dentro de la bandera del municipio de una hoja, de yarumo  con las siguientes características: hoja de diez foliolos, en color gris plata; circunscritos los foliolos en un círculo con un diámetro equivalente a la tercera parte del largo de la bandera situada en el centro de esta.

ARTICULO TERCERO: envíese copia del presente acuerdo debidamente aprobado a los señores presidente y secretario de la Asociación Nacional de Municipios Verdes para su inscripción reglamentaria.

ARTICULO CUARTO: este acuerdo rige a partir de la fecha de su sanción y promulgación y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias.

COMUNIQUESE Y CUMPLASE

Dado en el salón de sesiones del honorable concejo municipal a los veintinueve (29)
días del mes de junio de mil novecientos noventa y uno( 1991).

GILBERTO QUINTERO VALENCIA

Presidente

 

NIDIA VARGAS GRAJALES
 Secretaria

 

Acuerdo N° 018  de noviembre 20 de 2014,  por  medio del cual se adopta un símbolo municipal

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