CANALIZACIÓN DEL SOCAVÓN

“Una obra de titanes”

Por Diego Franco Valencia

La quebrada «el Socavón», algún día denominada quebrada de Marsella, corría por la parte oriental de la zona urbana, delimitando los potreros de la ruralidad que hoy ocupa el barrio Villarrica de Segovia, los terrenos de la antigua piscina «la Oriental» y el potrero misterioso de Ricardo Franco, contiguos a la escuela urbana de Varones, hoy María Inmaculada. De tal manera que esta vieja quebrada que antes de 1940 fue un cauce de aguas cristalinas y poblada por pequeños peces característicos (guppys, lebistes o pez millón, que es un pez ovovivíparo de agua dulce procedente de Centroamérica y que habita en aguas dulces tropicales), era una fuente fluvial querida y reconocida por las generaciones anteriores y paralelas a aquellas que crecieron por aquellos tiempos. El Socavón fue el primer «balneario natural» de los marselleses y el lugar de «pesca» de los niños que llenaban las botellas y frascos con el particular pez, convirtiéndolos, luego, en «acuarios» que engalanaban las humildes salas de las casas simples de ese entonces. La quebrada de Marsella, como viejo sitio de recreo empezó a entrar en decadencia por el crecimiento de la zona urbana, fenómeno social, que, paulatinamente, la fue convirtiendo en el cauce de aguas residuales y sedimentos efecto inevitable de los asentamientos urbanos.

Pero las obras de desarrollo se obligan a sí mismas, como aseguraban Don Joaquín Montoya, exsecretario de la Personería, y don Alfredo Marulanda, maestro de obra del municipio, quienes expusieron al Concejo Municipal de los primeros años de 1970, la necesidad de construir un «Box Culvert» o colector de aguas que hoy corre, invisible, por el subsuelo de la Avenida Villarrica de Segovia y empalma, en cercanías de la Estación de servicio Marsella con el viejo colector de «La Liberia» (otra quebrada escondida que discurre bajo las canchas de la Escuela Mariscal Sucre), la calle central aledaña a la antigua galería o plaza de Mercado cubierto y los solares del Jardín Infantil y sus casas vecinas).

El colector Socavón, se convirtió, entonces, en la obra civil de mayor envergadura que se haya construido en Marsella. No tanto por sus costos que, en realidad fueron bajos, sino por lo que significa en nuestro urbanismo. Frenó el efecto de la altísima erosión que causaba la quebrada, acabando con la amenaza del (pueblo que iba a desaparecer), según se afirmaba ya en dependencias del entonces Ministerio de Obras Públicas. Además de constituirse en un paliativo para la contaminación ambiental, ya que los olores nauseabundos afectaban la salud y la tranquilidad de los pobladores urbanos. Nos correspondió, por fortuna, ser actores y testigos en esta «obra milagro». Por aquella época me desempeñaba como Secretario de la Personería, despacho que asumía la dirección de las obras públicas, ya que no existía oficina de Planeación. Admiraba, como muchos coterráneos, la tenacidad del director de la Obra, don Alfredo Marulanda, y a otros personajes que laboraron como maestros de obra y obreros. Alonso López (salmonete), Gilberto Grisales; José Romero, Germán Mejía, Eccehomo Mejía, José Marulanda, Hugo Mejía (yarumo), Mario Marulanda (después alcalde y luego médico), Alcibíades Martínez, Luis Eduardo Gómez (cantarina), Jonás Atehortúa, Gilberto Marulanda (pato). Fernando Marulanda (cococho), entre otros, fueron también actores vivos de esa odisea. Hombres comunes y corrientes que arriesgaron sus vidas abriendo taludes y brechas de más de 20 metros de profundidad, a pico y pala, sin más protección que su coraje y el deseo de construir a sus familias. El material de río, arena y balasto, fue proveído por la familia de don Carlos Valencia, Carlitos, Eduardo, Alberto y Darío. En el colector todo era marsellés. Para los directores técnicos de esa empresa, Ingenieros Anuar Trujillo (Secretario de Obras Públicas del Departamento) y Jesús Abel Leal (director de la obra) fue un hecho increíble y digno de admiración que semejante obra se hubiese construido a tan bajos costos, con personal de Marsella y sin empleo de la maquinaria pesada que hoy desplaza mano de obra y ahorra costos en muchos frentes de trabajo.

Muchos, hoy, seguramente, no apreciarán el valor significativo que tiene el colector Socavón, pero todos estamos obligados a reconocer el mérito del reflejo y efecto que tiene en nuestro desarrollo urbano. Valor que tiene la misma medida de muchos de aquellos titanes que lo hicieron posible, a pesar de que los guppys se hayan extinguido y los sueños de que la quebrada de Marsella fuera nuestro centro recreacional, solo se aniden en las mentes de quienes alguna vez disfrutamos de sus encantos.

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