LA PARTIDA DE UN SOÑADOR
Gildardo Morales Franco
Por.Diego Franco Valencia
Tuvimos la suerte de compartir parte de su vida, tiempo después de conocerla en su taller de ebanistería o mejor, su incipiente carpintería, con la cual soñó construir una familia y edificar un pueblo, las dos cosas que más amó y por las que se desveló, A la primera le dedicó sus esfuerzos, su sabiduría y su cariño y al segundo, su aporte humano y sus serenatas, con duetos y tríos que se perdieron en las brumas del tiempo.
Así me refiero a una faceta de este hombre sencillo, humilde, de origen campesino, miembro de una familia numerosa (15 hermanos, «que yo sepa» – refería el mismo Gildardo), de raigambre marsellesa, a quienes sus progenitores, Senito Morales y su esposa Tulia, inculcaron los valores de la honradez, la sinceridad, el compañerismo, la lealtad y el amor por el trabajo y el apego a la tierra, a la patria chica. Gildardo empezó a tallar los palos y a convertirlos en arte en las breñas del Alto Valencia en el declive hacia las tierras del Salado y, con base en el empuje y el tesón, propios del hombre de fe, llegó a conformar la mejor empresa de ebanistería en la ya larga historia de Marsella: muebles GMF, en la que se forjaron como acompañantes y herederos del saber orfebre sus hijos Jaime y Julián. En el destacó la solidaridad con las campañas cívicas que formaron los cimientos del Marsella de hoy; pero, ante todo, su desinteresado sentido de colaboración con el desvalido, con el amigo enfermo o el familiar en afugias. Aún, el perro callejero tuvo cabida en la casa de afectividad que siempre anduvo con él. Fue el hombre que hizo de todo: agricultor, carpintero, ebanista,constructor,comerciante, cuentero, excelente narrador de historias, músico y soñador… Se reía hasta de sus propias pendejadas… Era un «gocetas» de la vida… Con la muerte de Gildardo Morales, Marsella pierde uno de sus mejores hijos. De esos hijos que se detienen a pensar en su prosperidad y en el rescate de sus valores telúricos y ciudadanos. Gildardo fue su cantor, con la guitarra o sin ella; maestro de artistas y cantores, quienes, gratos y conmovidos, lo acompañaron a su destino final. El que tendremos todos, «si Dios nos da vida y salud»… Qué mejores palabras para rendirle homenaje a este hombre de bien, que hoy es historia, que aquellas que se encierran en el bambuco que más lo hizo soñar, escrito por Luis Carlos González, con música de Enrique Figueroa:
Compañero, compañero: no es la vida tan amarga, si es el amor escudero este lema de mi raza: aunque neguemos la enjalma y el ancestro caminero, llevamos dentro un arriero que le da perrero al alma…
Gildardo: Compañero y amigo Adios, por siempre…