ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES DE PUEBLO

Anécdotas y curiosidades de pueblo

Por : Diego Franco Valencia

En el «Diario Vivir» de estos «pueblos de Dios», como lo denominaban nuestros abuelos, ocurren cosas pintorescas y curiosas cuyos protagonistas son, generalmente, personas del común que expresan frases que suelen servir para la reflexión o para la burla de quienes las oyen o interpretan. En verdad en la sabiduría popular de los pueblos paisas existen apuntes y anécdotas interesantes que bien merecen formar un compendio que pueda servir al lector para solaz y remedio de sus angustias cotidianas. Estas pueden ser algunas de ellas: A doña Pascuala Giraldo, una señora popular en la vereda de Miracampo, hacia los años 60 del siglo pasado, le estaba ocurriendo un problema en su gallinero. Cuando quería «anidar» la gallina «saraviada» para aumentar su prole de aves domésticas, en el período que esta estaba «clueca», preparaba con mucho cuidado sus veinte huevos. Resulta que la tal gallinita rompía los huevos y se los comía. Acudió, entonces, doña Pascuala a una vecina experta en gallineros. El remedio era sencillo: consistía en colocarle, como inicio, un huevo de hierro. «Asi cuando aquella lo pique, más bien revienta su pico y ahí se le quita el vicio», le aseguró la vecina. Y dónde consigo ese huevo, vecina?. «En el almacén de don Antonio íssa», fue la respuesta, Al domingo siguiente, efectivamente, llegó doña Pascuala al almacén. Don Antonio, con su gentileza característica, procedió a atenderla. Ese día don Antonio estaba con quebrantos de salud Dejó su silla y apoyando sus manos en la cintura, con andar lento y pausado y con un leve quejido previo, le preguntó: Qué se le ofrece doña Pascuala?, Mirándolo de arriba a abajo le contestó: Don Antonio, tiene huevos de hierro?. No señora, son los riñones! .

Según otro apunte, Jesús María Peláez, fue el precursor de la «inseminación artificial» mucho antes de que en el mundo se hubiese dado ese acontecimiento científico. Resulta que don Jesús, propietario de un café-bar ubicado en la calle Real, anunciaba sus productos en un tablero de hojalata que colgaba en una de las puertas de su negocio. El viejo era muy locuaz y buen político y como tal, manejaba un extenso caudal lexicográfico, pero, en ortografía y lenguaje escrito, tenía sus errores. Así que, en una época en que la Industria Cementera tuvo escasez de producción, aprovechó la oportunidad para «despegar la aguja», vendiendo los productos de Cementos Caldas, gracias a su influencia como diputado del Departamento. Trajo su volquetada de cemento, la descargó en la trastienda del café y en el tablerito aquél anunció, utilizando una tiza azul, con letras grandes: «VENTA DE SEMEN  TO BLANCO DEL CALDAS». Fuera del uso de la S, por la C, partió la palabra donde no se podía. Tremendo gazapo el de don Chucho, decían los parroquianos y estudiantes que pasaban por el lugar.

El Hotel de doña Aurentina Jiménez, cercano al café Peláez, tenía un cliente especial: Valeriano Gómez, conocido como «Balita», Uno de los sastres tradicionales del pueblo, quien al final de su vida terminó como ayudante en el «Almacén la Lima», de propiedad de Libardo Montoya (años 1960). «Balita» era un personaje muy querido en el lugar. Su figura menuda, de corta estatura y muy delgada. «No se ponía la ropa, se la colgaba!», decían los vecinos. «Balita» siempre tomaba el almuerzo donde doña Aurentina, Eran las épocas duras de la violencia política.

Un día llegó un bandido, seguramente contratado para «hacer un trabajo», de aquellos cuya herramienta es el revólver. Le decían «el gurre». Se sentó en la mitad del salón del cenadero, donde estaba tomando tinto «balita». Sacó sus dos pistolas. Las tiró en la mesa y con fuerte vozarrón hizo el pedido: «un seco con huevos!, por favor!». Sin mirarlo, Doña Tina le contesta: «No hay seco con huevos, señor!. Solo sancocho y frijoles con garra!». Doña Tina notó que «balita» salió  apresuradamente y quedó, extrañando del ausentismo. No volvió a ver a Valeriano hasta ocho días después. Volvió por el tinto. «Usted porqué estaba tan perdido, balita?». «Doña Tina, cómo no me iba a echar a perder?, con ese hombre tan chusmero y tan armado y allí el único seco con huevos que había era yo», respondió el aludido. Otra que cae como anillo al dedo en esta época electoral. Don Bernardo Ángel, conocido como «el pollo Ángel», era un personaje casi típico. Dicharachero y buen conversador. Cuando se tomaba «sus tragos» le daba por gritar a viva voz: «que viva el gran partido liberal!». Eso, en aquellos tiempos, era como firmar la pena de muerte. El sectarismo político estaba en apogeo. Uno de los contrarios que acababa de asesinar a un parroquiano, con revólver en mano, pasó junto al pollo, quien andaba por el parque, con tremendo guayabo o resaca. «Entonces qué, pollo?. Liberal o Conservador?, le cuestiona, «Ve hombre, no me haga esas preguntas, mijo. Vos sabés que yo en política soy cacorro!». Qué quiso decir «el pollo» con esa respuesta?. Vivezas y pilatunas de aldea!.

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